Por Luz Helena Cordero Villamizar
La noche y el poeta han mantenido desde siempre una recíproca complicidad, una fértil confabulación. No es solo que las sombras propicien la revelación de lo que permanece oculto en el día, o que los seres nocturnos necesiten la poesía para ser escuchados. Es que la sensibilidad del vidente, el que ve más allá de las apariencias, penetra lo hermético, corroe las certezas, afina la música de lo inaudible. Si el sueño (Hipnos) es hijo de la noche y hermano de la muerte, la poesía es también su pariente. Los poetas dejan su cuerpo a solas y van al encuentro de otras realidades, viajan sin ojos, aspiran el misterio, flotan en esa nata que separa la inconsciencia de la lucidez.
La noche es una metáfora generosa, insondable. No se desgasta. Cada vez que se nombra, cambia de apariencia, de tono, de colorido. El nocturno, como género, es lírico y rítmico. En poesía los nocturnos suelen ser tristes, oscuros, habitados por fantasmas, por brujas y súcubos, o por un «silencio grave», como el de José Asunción Silva, a quien se le acercaron los sueños y, al verlo dormido, se alejaron sin hacerle ruido.
Esto dijo John Keats:
¿Quién que vive
dirá: «no eres poeta si no escribes
tus sueños»?
***
La imagen sin título de inicio es del fotógrafo español Vicente López Tufiño [Cuenca, 1949]
Lucía Estrada
(Medellín, 1980)
IRINA HENRÍQUEZ
(San Juan Nepomuceno, Bolívar, 1988)
SANTIAGO MUTIS DURÁN
(Bogotá, 1951)
Lucía Estrada fluye dulce y sosegada como agua nocturna que penetra en las raíces para extraer símbolos, sentidos, la savia de todo lo invisible. Su palabra se yergue «frente a lo incierto», transcurre, se torna hermética, se empina a intervalos, para mostrar su rostro más profundo. Su palabra penetra «la boca de la noche», el laberinto del silencio, el delgado fulgor de las sombras, la frontera de los muertos.
Ella ama la noche. Nos dice que «todo lo real está del lado de la sombra» y que «la noche nos ha dejado completamente ciegas». Lucía es la verdadera vidente.
DUERMEVELA
Golpea en el oído y se desploma. Cae sin caer. Agua y desierto que suben hasta el límite de tu cabeza. Insecto atrapado en mitad del sueño. Araña que teje la fiebre, la caída, el revés de todas las señales que tuviste en contra.
La noche espía mi silencio, pero la sangre se revuelve, marea que trae los restos de una muralla interior. Golpea y es doloroso su paso a través de las membranas y los círculos de sal que custodian los cuerpos dormidos.
Golpea y es un incendio. Grito que sube a borbotones desde la garganta y destempla las cuerdas de la razón. El vaho de un temor antiguo empaña la memoria, tiempo que se diluye. El muro que separa el jardín de la arena humeante desaparece.
Golpea y el sueño resbala perdiéndose bajo el hielo. Quien acecha el cristal conoce las señales de estar vivos a contracorriente. Quien acecha en la alta noche sabe que parte de nuestra sombra espera con los ojos abiertos. Quien acecha, todo sabe…
***
Tomado de: “Katábasis”. Tragaluz editores SAS. Medellín, 2018.
INSOMNIO. Gerardo Diego (Santander - España, 1896 - Madrid, 1987)
Tú y tu desnudo sueño. No lo sabes.
Duermes. No. No lo sabes. Yo en desvelo,
y tú, inocente, duermes bajo el cielo.
Tú por tu sueño, y por el mar las naves.
En cárceles de espacio, aéreas llaves
te me encierran, recluyen, roban. Hielo,
cristal de aire en mil hojas. No. No hay vuelo
que alce hasta ti las alas de mis aves.
Saber que duermes tú, cierta, segura
cauce fiel de abandono, línea pura,
tan cerca de mis brazos maniatados.
Qué pavorosa esclavitud de isleño,
yo, insomne, loco, en los acantilados,
las naves por el mar, tú por tu sueño.
***
Publicado originalmente en “Alondra de verdad [1941]”. Tomado de: “Segunda Antología de sus versos [1941 – 1967]”, Editorial Austral nº1394, Madrid, 1967.
[MAIASTRA] VI
El rey viaja en mi sueño. Conoce la partitura de la muerte, por eso el albatros no devora su corazón y continúa de pie, sin apenas hundirse en el bosque que le ha preparado. Toco mi flauta. Que no descubra mi asombro como en otras aves del paraíso. Que no sospeche la dulce acogida de la hechicera, su barco, el más hermoso y temible. Se hundirían sus pies, luego su cuerpo, su cabeza, y lo que está abajo estaría arriba, y el secreto, de golpe, abierto.
Mi rey herido por la tormenta, su corazón en la boca de la noche.
***
Tomado de: “Continuidad del jardín –Antología personal–”. Valparaíso Ediciones. Granada, 2015.
[NOS DIERON EL REVÉS DE LAS COSAS]
Nos dieron el revés de las cosas
nos obligaron a permanecer despiertos
en el último cuarto de la estancia.
Sin puertas aparentes, sin cerrojo,
salvo los cuervos, allá afuera,
esperando por nuestra vigilia.
Hemos pasado ya tantas lunas entre los muertos
que nada puede resultarnos distante.
Todo lo real está del lado de la sombra.
***
Tomado de “La noche en el espejo”. Fundación Gilberto Alzate Avendaño. Bogotá, 2010.
Irina Henríquez hace crecer la noche y nos deja descubrirla si la seguimos a ella cuando el sueño la toma de la mano para conducirla hacia la «lumbre vegetal», para convertirla en pájaro y estanque, para visitar un «jardín secreto» en donde ve crecer las plantas, aspira los verdes y recorre con su lengua las «aguas verticales».
Su libro “Memoria del sueño vegetal” está habitado por animales y asombros. Allí se camina a tientas por un bosque de «palabras mínimas». Allí los árboles corren, la luna se suicida en el río, ruge la luz, las flores copulan con los insectos. Estos poemas en verdad logran despertar al sueño.
MEMORIA DEL SUEÑO
El sueño me toma de la mano y conduce
por senderos luminosos
a unas alas que nacen en el vuelo,
y, asombro vertical,
toco con la punta de las patas
las anheladas copas de los árboles.
Guardo la memoria de que
fui pájaro y piedra en el estanque,
caminé por escaleras que no avanzan
y desperté pronto
y también pronto ansié de nuevo
la continuación del sueño
en iluminados patios de la infancia.
Soñé la resurrección de mis muertos
las palabras que no dije tatuadas en la lengua
y la purificación del fuego
en esos cuerpos resucitados.
En la palma de mi mano revelo la memoria del sueño.
Celosa guardiana,
con el puño cerrado busco
la tierra de un jardín secreto
para enterrarlo.
A Digna María, quien sabe volar en los sueños.
***
Tomado de: “Memoria del sueño vegetal”. Colección Un libro por centavos. Universidad Externado de Colombia Nº 178. Bogotá, 2021.
NOCTURNO VEGETAL
Por la noche
cuando todos duermen,
crecen las plantas a otra velocidad.
La flor se abre,
su pistilo tiembla en la dicha de su savia
y no podemos atestiguarlo.
No corre igual el tiempo en esas horas.
En la corteza del árbol
gira el hoyo del carpintero
y en él pone sus huevos el misterio.
El viento columpia en las ramas
su danza temblorosa
y caen las semillas a la tierra.
A veces, cuando todos duermen,
me deslizo entre las sombras
a anhelar los secretos de las plantas,
a saciarme en sus olores,
a tomar con mi lengua
sus aguas verticales.
***
Tomado de: “Memoria del sueño vegetal”. Colección Un libro por centavos. Universidad Externado de Colombia Nº 178. Bogotá, 2021.
ANIMALES DEL SUEÑO
I
Animales nocturnos merodean mi casa.
En el silencio crece un rechinar de patas y alas
que ascienden en vuelos cortos
y caen contra el piso
contra la pared
contra mi cabeza.
A su vez mi grito choca contra el piso
contra la pared
contra mi cabeza
y me siento estúpida.
Exiliada en una larga noche
donde dominan los insectos invisibles.
II
Pequeños animales muertos he encontrado en mi casa al despertar esta mañana. Ofrendas de gatos
accidentes nocturnos
vuelos desafortunados
dejan pequeños cuerpos muertos en el piso.
Un olor penetrante a orina invade la sala
y en el jardín mis plantas tienen el color pálido de una semana sin agua en la raíz.
¿Qué torbellino del tiempo pasó por aquí
mientras dormía?
***
Tomado de: “Memoria del sueño vegetal”. Colección Un libro por centavos. Universidad Externado de Colombia Nº 178. Bogotá, 2021.
SUEÑO VEGETAL
Tanta quietud me rodea
que me parece oír el choque
de los rayos de la luna en la ventana.
Lucian Blaga
I
Sé que es luna llena porque escucho su ráfaga de luz detenerse en la ventana
y un relámpago lejano anuncia inequívoco
que septiembre ha llegado.
La luna llena a media noche
y mi pupila inquieta.
Decido convocar al sueño,
me niego a esperar despierta el diluvio que caerá
en la madrugada.
Tarde o temprano la pupila cede
y los animales del sueño despiertan.
II
Caigo en la cama y el cuerpo es plomo.
Caigo en el sueño y el espíritu es ingrávido.
Salgo en él a caminar
a encontrar pequeños seres que se esconden a mi paso.
La gata hunde las uñas en la tela del sillón
y un gusano rasga las hojas del helecho
–es de noche y la vida no se detiene–
Afuera la soledad reina y yo me alivio de no encontrar, como alguna vez,
aquellos duendes deformes y estridentes
aquellas extrañas criaturas del pasado.
Me he distraído en su recuerdo cuando escucho la música:
el oboe y los violines suenan y mi espíritu retorna al cuerpo de plomo.
Por los aires de la vigilia se levanta la melodía intensa
de aquél compositor: instrumentos de plata y bronce la dan vida a la música.
Hilos de plata y bronce danzan en la memoria de mi noche.
Sostenida en el milagro de la hamaca me tumbo en el aire a soñar.
Debajo mío en el suelo,
una gata se pone a vivir mi sueño
y yo tengo que usurpar el suyo:
ella sueña que nada en el mar y teme ahogarse
yo me como el corazón de un pájaro.
En la madrugada despertamos y nos saludamos con la mirada:
ella tiene las patas húmedas
yo un cadáver como ofrenda en una mano.
***
Tomado de: “Memoria del sueño vegetal”. Colección Un libro por centavos. Universidad Externado de Colombia Nº 178. Bogotá, 2021.
La poesía de Santiago Mutis Durán está preñada de lucidez y desamparo. Camina de puntillas por la ciudad, por la casa, por historias y noches, observa con curiosidad de niño, con dolencia de Quijote. De pronto avienta preguntas o sentencias como quien reparte puñados de agua entre sedientos, como el que esparce chispas de luz en la oscuridad o bocados de ternura en un campo de guerra. El lenguaje va descorriendo velos, abriendo caminos para ver, sentir, pensar. El lector es seducido en cada línea, invitado a asomarse y a traspasar el espejo detrás del cual se despliegan mundos, abismos, constelaciones.
El asombro lo amamanta y con sus versos hasta la parca se siente acorralada. La noche tiene colores, como el silencio. La noche trae promesas.
El poeta lleva «el alma en la boca», descubre «misterios de hiriente belleza», se arranca la piel tratando de nombrar lo terrible.
Acéptalo o no, da igual
no hay otro camino: vivir
es dejarse atravesar el corazón.
CRÓNICA DE LEJANÍAS
Otro día más
en el profundo cascabel
de la serpiente
La oscuridad
mitiga las maldiciones del hombre
y el sueño cae
suspendido por un hilo de plata
Sobre las arenas del desierto
cálidas aún
por la luminosa ceguera del astro
se oye el agua
en la constelación
que una mujer desnuda como un cántaro
lleva por el cielo
de un hombre que duerme
Mañana
él calmará su sed
encontrará el oasis
el agua y la vida
y sentirá nostalgia del Cielo
***
Tomado de: “Afuera pasa el siglo”. Seix Barral, 1998.
EL SÍMBOLO
El símbolo es un objeto cotidiano
en tierras del sueño
Al salir de él
de donde indudablemente proviene
queda rodeado de su aire
de su tiempo, y
en medio de la vigilia alumbra
con su luz negra
Entonces asombra
***
Tomado de: “Afuera pasa el siglo”. Seix Barral, 1998.
MARAVILLA Y PAVOR DEL CIELO
La oscura y misteriosa voz
de los árboles —ángeles—
se sumerge en el aire
inunda la noche de innumerables flores —inmensas
tejidas con el eco luminoso
de profundas constelaciones
que vigilan nuestros sueños
y hacen descender terribles criaturas
hasta nuestro oído
desde lo Imposible
***
Tomado de: “Afuera pasa el siglo”. Seix Barral, 1998.
COLORES EN LA NOCHE
De fulgores quiero hablarte
del aire alumbrado de los talismanes
transparentes
como la noche
o el silencio
que habita en las grandes piedras.
***
Tomado de: “Afuera pasa el siglo”. Seix Barral, 1998.
Imagen del artista vallecaucano Fernell Franco [1942-2006], importante referente de la fotografía artística en Colombia.
“Luz en la oscuridad” del fotógrafo argentino Humberto Rivas [1937 – 2009]