Por Luz Helena Cordero Villamizar

A menudo el poeta se desdobla en el poema, como el yo del durmiente se desdobla en el sueño. El durmiente navega por abismos de lo que fue o de lo que no ha sido, por aguas turbias de enigmas, por claridades para las que no tiene ojos; traza imágenes como escalas por las que asciende a su más bello e imposible deseo, sobrepasa sus límites, los que tiene sin saberlo, los que ató con sus manos disociadas, una en busca de otra, ajenas entre sí. Súbitamente se precipita al imposible, al vacío del no ser.

El sueño es creador o no lo es. La «forma sueño» también se produce en la vigilia. Según María Zambrano, este estado del soñar puede pasar imperceptible para el sujeto, pero si se instala en ese lugar de la conciencia que hace simbiosis con el alma, da paso a un germen de creación. El durmiente tiene la conciencia suspendida, es pasivo ante lo que sucede; en la ensoñación creadora es la conciencia la que da forma a lo que surge. El poeta se vale de la conciencia para hacer fluir las palabras. Y las palabras, nos dice Zambrano, corresponden siempre a una realidad. Al punto que «ninguna palabra es soñada» y lo que no es palabra es sueño. Entrar en el universo simbólico es ya entrar en la razón, en la conciencia.

***

Imagen de portada: Fotograma de la película Stalker [1979] del director ruso Andrei Tarkovski

JOHANN CHRISTIAN FRIEDRICH HÖLDERLIN

(Lauffen, Würtenberg, 1770 – Tübingen, 1843)

HORACIO BENAVIDES

(Bolívar, Cauca – Colombia, 1949)

PABLO NERUDA

(Parral, Chile, 1904 – Santiago, 1973)

Desde su nacimiento, Hölderlin estaba destinado al servicio divino por ser hijo de pastor. En el seminario protestante donde estudió teología compartió pupitre con los que serían los filósofos más influyentes del idealismo: Hegel y Schelling. En medio de sus estudios y de turbulentas experiencias amorosas, sus poemas fluyen con pasión, atravesados por sus ideas sobre la belleza, la religión y la política —que para él deben confluir, pues cree que la religión y la política deben ser estéticas para que puedan cambiar el mundo—.

Para Hölderlin la poesía tiene un carácter sagrado y la tarea educativa del poeta se hace mediante la belleza. Se trata de provocar una «revolución estética», pues los seres humanos privados de la belleza están rebajados a su condición animal. Y es que su idea de lo estético no corresponde a la visión superficial o meramente decorativa de hoy. Lo bello se identifica con lo verdadero y lo sagrado. La naturaleza es sagrada, por tanto bella y verdadera.

En su agudo ensayo sobre Brod und Wein, “Pan y vino”, Selnich Vivas señala que para Hölderlin la poesía debe estar al servicio de la naturaleza: La poesía se alcanza cuando se llega a «ser uno con todo lo que vive, para en feliz ensimismamiento retornar al todo de la naturaleza». Este poema plantea preguntas fundamentales sobre la poesía, esa «hija del sueño». Según Selnich, es un texto «matemáticamente imaginado» en su estructura y en su métrica de elegía latina. En la estrofa siete, aparentemente incompleta, el poeta plasma precisamente su queja, la duda, «la sospecha frente al artista, frente a la utilidad de la poesía»: ¿Para qué poetas en tiempos mezquinos, de penuria, de escasez? Se refiere al abandono de los símbolos sagrados, a la pérdida de la confianza en los seres humanos «embriagados de soberbia», huérfanos de misterio, inmersos en la guerra, llenos de mezquindad.

La lucidez y belleza de sus obras lo sobrepasan y Hölderlin renuncia a todos los privilegios ligados a su condición de maestro de poderosos, de pastor de almas, de hombre de familia; rompe con su realidad y se encamina hacia ese abismo que llamamos locura, revés y sombra de lo esperado socialmente, para internarse en su noche. A partir de ese momento, la mitad de su vida transcurre entre largos soliloquios. Recoge flores, escarba la tierra, escribe poemas a la naturaleza, declama su “Hyperion” con dramatismo, reconociendo que es obra suya pero convencido de que el nombre del autor es equivocado, pues nunca se llamó Hölderlin sino Scardelli, o Scardanelli. Fechó algunos poemas suyos dos siglos antes o un siglo después, tal vez porque ya había roto con la linealidad del tiempo. Desgarró las cuerdas del piano que le regalara una princesa para tocar solo algunos acordes. Así se ha descrito su alma, como la enigmática interpretación de ese instrumento que deja escapar un ritmo y una música febriles, que solo él comprende.

«No es posible traducir a Hölderlin», dicen para nuestro pesar. Pero aquí está la traducción de “Pan y vino”, hecha por otro poeta.

 

PAN Y VINO (Brod und Wein)

1

En torno reposa la ciudad; se silencia la callejuela iluminada,

Y, con antorchas adornados, se alejan rumorosos los carruajes.

Satisfechos van a casa de las alegrías del día a descansar los humanos,

Y ganancias y pérdidas pondera una cabeza sensata

Bien contenta en casa; vacío queda de uvas y flores,

Y de labores manuales descansa el mercado diligente.

Mas las cuerdas lejanas suenan desde los jardines; tal vez, es que

Allí un amante las pulsa o un hombre solitario

También a los amigos recuerda y a la juventud; y las fuentes

Siempre fluyentes y frescas susurran por entre las aceras fragantes.

Calladas en aire crepuscular resuenan las campanas vibrantes,

Y en las horas pensando un vigilante mienta el número.

Ahora incluso viene un suplo y aviva las cumbres del bosque,

¡Mira! Y la silueta de nuestra Tierra, la Luna

Viene ahora también en secreto; la Soñadora, la noche viene,

Llena de estrellas y muy poco preocupada por nosotros,

Destella la Sorprendente allá, la Forastera entre los humanos

Sobre las cordilleras arriba triste y fantástica.

 

2

Maravilloso es el afecto de la Exaltada y nadie

Sabe de cuándos ni qué le sucede a uno ni de ella.

Así mueve al mundo y al alma esperanzada de los humanos,

Aún el sabio no entiende, lo que ella dispone, porque así

Lo quiere el dios más elevado, que tanto te quiere, y por esto

Te es más amado, que ella, el día soleado.

Pero a veces incluso el ojo claro ama la sombra

E intenta por placer, antes que por necesidad, el sueño,

O mira con gusto también un hombre fiel en la noche,

Sí, es recomendable coronas ofrendarle y canto,

Porque a los desvariados está consagrada y a los muertos,

Aunque en sí misma existe, eterna, en el espíritu más libre.

Pero también, que en el momento vacilante, nos sea

Que en las tinieblas ella nos sea bastante asible,

Nos conceda el olvido y la embriaguez sagrada,

Nos conceda la palabra fluida, que, como los amantes, sea,

Insomne y de copa rebosante y de vida atrevida,

Sagrada memoria también, para estar despiertos de noche.

 

 

3

También escondemos en vano el corazón en el pecho, en vano solo

Contenemos la valentía aún nosotros, maestros y niños, pues, ¿quién

Quisiera impedirlo y quién quisiera prohibirnos la alegría?

El fuego divino también aviva, de día y de noche,

El germinar. ¡Vamos! Para que veamos lo abierto,

Para que busquemos lo propio, aunque se halle muy lejos.

Segura es una cosa; sea al mediodía o vaya

Hasta la media noche, siempre existe una medida,

Común a todos, pero también propia de cada uno,

Allí va y de allí viene cada uno, hasta donde lo pueda.

¡Así es! y burlarse de la burla le gusta a la locura entusiasta,

Cuando ella en noche sagrada de repente se apodera del cantor:

¡Por eso vamos al Istmo! Hacia allá, donde el mar abierto murmura

Junto al Parnaso y la nieve brilla en derredor de rocas délficas,

Allá en la tierra del Olimpo, allá en la altura del Citerón,

Bajo los pinos allá, bajo los viñedos, desde donde

Tebas allá abajo e Ismenos murmura en la tierra de Cadmos,

Desde allí viene y hacia allá señala el dios venidero.

 

4

¡Difunta Grecia! Tú, casa de los Celestiales todos,

¿Sí es verdad, lo que una vez en la juventud escuchamos?

¡Sala festiva! ¡La tierra es mar! ¡y mesas las montañas,

En verdad para un único uso en tiempos antiguos construidas!

Pero los tronos ¿dónde? ¿Los templos? ¿y dónde las vasijas?

¿Dónde de néctar colmadas? ¿a los dioses por placer el canto?

¿Dónde, dónde es que iluminan ellas, las sabias sentencias acertadas?

Delfos dormita y ¿dónde resuena el gran destino?

¿Dónde está lo veloz? ¿Dónde irrumpe, lleno de la suerte omnipresente

Tronante desde el aire más sereno sobre los ojos?

¡Padre Éter! Así gritó y voló de lengua en lengua

Mil veces, para que ninguno resistiera la vida solo;

Compartido alegra tal bien e intercambiado, con extraños,

Se torna en júbilo, crece durmiendo la violencia de la palabra.

¡Padre! ¡Sereno! Y resuena, tan amplio como puede, el antiguo

Signo, de los padres heredado, certero y creativo hacia abajo.

Pues así regresan los Celestiales, profundamente sacudido llega

Desde las sombras abajo entre las gentes su día.

 

5

Imperceptibles llegan al principio, se dirigen a su encuentro

Los niños, demasiado luminosa, demasiado deslumbrante la felicidad,

Y el hombre se asusta ante ellos, apenas puede decir un semidiós,

Quiénes son de nombre, los que con dádivas se le acercan.

Pero la valentía de ellos es magnánima, le llenan el corazón

Con alegrías y él apenas sabe aprovechar la bondad,

Crea, desperdicia y casi se le vuelve sagrado lo no sagrado,

Que él con mano bendiciente estúpida e indulgente toca.

De ser posible lo soporta los Celestiales; pero luego de verdad

Vienen ellos mismos y son acostumbrados los hombres a la felicidad

Y al día y a mirar las Revelaciones, el rostro

De aquellos que, largo tiempo Uno y Todo fueron llamados

Llenaron a fondo el pecho reticente con abundancia libre,

Y satisficieron primera y únicamente toda exigencia;

Así es el hombre; cuando la bondad está aquí, y le cuida con dádivas

Un dios propio, él no lo conoce ni lo ve.

Sufrir debe él, antes; para luego nombrarlo su amado,

Ahora, ahora deben surgir para esto palabras como flores.

 

6

Y ahora él piensa en honrar con seriedad a los dioses felices,

Real y verdaderamente todo debe anunciar su alabanza.

Nada puede ver la luz, si no alegra a los Elevados,

Frente al Éter no es adecuado el ocio tentador.

Por eso hay que ser digno para estar en presencia de los Celestiales,

Con órdenes señoriales se levantan los pueblos

Mancomunadamente y construyen hermosos templos y ciudades

Firmes y nobles, ellos ascienden por las orillas-

¿Pero dónde están? ¿Dónde florecen las conocidas, las coronas de la fiesta?

Tebas se marchita y Atenas; ya no zumban más las armas

En Olympia, ni los carruajes dorados en el combate deportivo,

¿O ya no se coronan más los barcos de Corinto?

¿Por qué se silencian, los antiguos teatros curativos?

¿Por qué ya no se alegra la danza consagrada?

¿Por qué la frente del hombre no dibuja, como antes, un dios,

No imprime, como antes, el sello en el Encontrado?

O él mismo vino y adoptó la forma de los humano

Y reconfortante concluyó y cerró la fiesta celestial.

 

7

¡Pero amigo! Hemos llegado demasiado tarde. Así es, viven los dioses,

Pero encima de la cabeza arriba en otro mundo.

Sin fin influyen allá y parecen prestar poca atención

Así nosotros vivimos, tanto nos preservan los Celestiales,

Pues no siempre puede contenerlos un recipiente débil,

Solo de vez en cuando soporta lo humano la plenitud divina.

Del sueño de ellos es fruto la vida. Pero la demencia

Ayuda, como el dormir y fortalece la escasez y la noche,

Hasta que los héroes crezcan lo suficiente en las cunas de bronce,

Corazones de poder, cómo no, son similares a los Celestiales.

Tronantes se aparecen. Sin embargo, siento con frecuencia que

Es mejor dormir, a existir así sin compañeros,

A esperar así y qué hacer entre tanto y qué decir,

Yo no sé y ¿para qué poetas en tiempos mezquinos?

Pero ellas son, dices tú, santos sacerdotes como el dios del vino,

Que de tierra en tierra transitaron en noche santa.

 

8

Porque, hace algún tiempo, que ya nos parece lejano,

Ascendieron ellos todos, los que alegran la vida,

Cuando el padre alejó su rostro de los humanos,

Y la tristeza con razón empezó sobre la tierra,

Cuando por último apareció un genio silencioso, celestial,

Consolador que anunció el día final y despareció,

Dejó como prueba, de que antiguamente había estado y otra vez

Vendría de vuelta, el coro celeste, algunas dádivas,

De los cuales humanamente, como siempre, nos podríamos alegrar,

Pues para alegrarse, con el espíritu, fue lo más grande demasiado grande

Entre los humanos y aún, aún faltan los que puedan resistir las más altas

Alegrías, pero vive serenamente todavía alguna gratitud.

Pan es fruto de la tierra, y ha sido bendecido por la luz,

Y del dios tronador proviene la alegría del vino.

Por eso pensamos también en los Celestiales, que siempre

Han estado aquí y que retornan en tiempo oportuno,

Por eso cantan también en serio los cantores al dios del vino

Y la alabanza no le suena vanidosa, planeada, al Viejo.

 

9

¡Sí! ellos dicen con razón, que él reconcilia el día con la noche,

Conduce los astros del cielo eternamente hacia abajo, hacia arriba,

A todo momento feliz, como el follaje del pino siempre verde,

Que él ama, y la corona que él eligió de la hiedra,

Porque permanece y él mismo la huella de los dioses huidos

Allega acá a los sin dioses, bajo la oscuridad.

Lo que profetizó el canto de los antiguos sobre los hijos del dios,

¡Mira! Eso somos, nosotros; ¡es el fruto de las Hespérides!

Maravilloso y exacto se ha cumplido en los humanos,

¡Créalo, quien lo haya examinado! pero pasan tantas cosas,

Ninguna funcional, pues somos descorazonados, sombras, hasta que nuestro

Padre Éter reconozca a cada uno y a todos pertenezca.

Por ahora viene como portador de la antorcha del Altísimo

El hijo, el sirio, desciende bajo las sombras.

Lo ven en bienaventuranza; una sonrisa desde la encarcelada

Alma brilla, a la luz se abre su ojo todavía.

Más dulce sueña y duerme en los brazos de la Tierra el titán,

Aún el envidioso, aún el Cerbero toma y se duerme.

 

[Traducción del alemán de Selnich Vivas Hurtado].

 

***

Tomado de: “Pan y vino. Ensayo sobre un poema de Hölderlin”. Selnich Vivas Hurtado. Universidad de Antioquia. Medellín. En: Leer y releer. Marzo de 2020 Nº 91.

 

Horacio Benavides traza con un pincel las palabras esenciales, las mínimas, vuelve a nombrar el mundo que lo rodea, descubre presencias que han permanecido ignoradas, presas en un «jardín dormido». Su poesía está habitada de seres que su arte y su sensibilidad convierten en maravillosos, sean los animales, el paisaje, la noche, los parientes o los extraños. Hay en sus poemas presencias poderosas, «pájaros de la muerte», hombres hechos piedra, historias que apenas esboza y sin embargo adquieren una sutil precisión, como la araña cuando teje su red. El poeta deja que el lector complete los espacios en blanco, lo no dicho; lo invita a vivir el dolor, la ternura.

La palabra toca lo que no se ve y en cualquier momento veremos la sombra del gato, o el zorro que atraviesa la página del sueño.

40

-¿Oyes ese vuelo

            ese aletear en el patio?

 

-Debe ser una paloma

 

-¿Y qué busca una paloma

en nuestro sueño?

 

-Tal vez un islote de luz donde posarse

 

(La aldea desvelada)

 

***

Tomado de: “Un huésped en el jardín dormido. Antología personal”. Frailejón Editores, 2015.

49

Duerme tranquila

Mientras velo

 

duerme que estás

del otro lado

 

y para alcanzarte

dormirme yo debiera

 

duerme serena

que si caigo en el sueño

 

la distancia se repite

igual la pena

 

(La aldea desvelada)

 

***

Tomado de: “Un huésped en el jardín dormido. Antología personal”. Frailejón Editores, 2015.

 

62

Al final del sueño

una escalera de oro

baja tanteando

en la oscuridad del pozo

y apoya sus patas

en la orilla del agua

 

Al final del sueño

un pez negro

lanza destellos de oro

 

(La aldea desvelada)

 

***

Tomado de: “Un huésped en el jardín dormido. Antología personal”. Frailejón Editores, 2015.

TAN REAL COMO EN UN SUEÑO

Sutil el aroma

de las hierbas del baño

 

Tus senos

entre la penumbra del nido

y el riesgo del día

 

y como la nostalgia

de un agua antigua

en el vaivén de tu paso

 

Camino a tu lado

aferrado a tu irrealidad

que se me escapa

 

(Todo lugar para el desencuentro)

 

***

Tomado de: “Un huésped en el jardín dormido. Antología personal”. Frailejón Editores, 2015.

DONDE ESTUVO EL SUEÑO

Has vuelto

 

Tu boca ha madurado

en el hilo invisible

del verano

 

Dunas barridas por el viento

y el deseo de posar los labios

en los pliegues de arena

 

Aroma de flores

no vistas

 

Acaricio tus manos

e igual que entonces

me inclino al vacío

 

(Todo lugar para el desencuentro)

 

***

Tomado de: “Un huésped en el jardín dormido. Antología personal”. Frailejón Editores, 2015.

SUEÑO

Ser una fea oruga

cerrar los ojos

dormirse en el capullo

 

despertarse

mariposa

 

(Sombra de agua)

 

***

Tomado de: “Un huésped en el jardín dormido. Antología personal”. Frailejón Editores, 2015.

Se llamaba Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto pero quiso llamarse Pablo Neruda, quizá para convertirse en uno de los grandes poetas del siglo XX, ese poeta inmenso que se identificó con los humildes, aunque él mismo no lo fuera. El poeta que no solo creyó, sino que ayudó a construir y vivió por lapsos el proyecto, la utopía emancipadora. Su fe comunista le significó persecuciones, cárcel, amenazas, enemistades, desprestigio, dolor y tal vez la muerte. El relato que hace de su vida muestra que para él no había separación entre el ser poético y el ser político, hasta el punto de haber cometido suicidios poéticos como en su “Canto de amor a Stalingrado” y en otros poemas.

Pablo tomó partido en sentido literal. Toda su vida fue dedicada a la poesía y a la política. También fue amante del mar y de todos sus símbolos. Fue un viajero, un gozador, un coleccionista de cosas y de historias, cocinero, abierto opositor del fascismo, solidario con escritores perseguidos, adorador de mujeres en su versos, maltratador de otras en episodios de su vida. Su ego, sus maneras de sibarita, su fama y sus posiciones radicales le propiciaron contradictores y adversarios.

Su poesía es tal vez la más popular y querida de toda la América, patrimonio de todos, del colegial que copia en el cuaderno sus poemas de amor, del obrero o el indio que recitan trozos de su “Canto general”; de quien vibre con “Los versos del capitán”, con su “Residencia en la tierra” o gima furtivamente con su “Tango del viudo”. Pescador, tigre, cebolla, cementerio, huelga, insecto, concha, escoba, cuchillo, silencio, olores, cordillera, navío… todo y todos habitan su poesía sanguínea, marítima, mineral, nocturna. Desbordada de imágenes, navegando entre un océano surreal y una realidad terrestre que continuamente descubre, al tiempo que recubre de sentidos, de símbolos, de belleza y dolor.

La noche respira en sus versos cargada de algas, de movimientos, de ranas, de sal, de muertos, de fines y comienzos. Los sueños son territorios atiborrados de organismos, de substancias. Son como las mareas: colmadas, continuas, interminables…

ESTABLECIMIENTOS NOCTURNOS

Difícilmente llamo a la realidad, como el perro, y también aúllo. Cómo amaría establecer el diálogo del hidalgo y el barquero, pintar la jirafa, describir los acordeones, celebrar mi musa desnuda y enroscada a mi cintura de asalto y resistencia. Así es mi cintura, mi cuerpo en general, una lucha despierta y larga, y mis riñones escuchan.

Oh Dios, cuántas ranas habituadas a la noche, silbando y roncando con gargantas de seres humanos a los cuarenta años, y qué angosta y sideral es la curva que hasta lo más lejos me rodea! Llorarían en mi caso los cantores italianos, los doctores de astronomía ceñidos por esta alba negra, definidos hasta el corazón por esta aguda espada.

Y luego esa condensación, esa unidad de elementos de la noche, esa suposición puesta detrás de cada cosa, y ese frío tan claramente sostenido por estrellas.

Execración para tanto muerto que no mira, para tanto herido de alcohol o infelicidad, y loor al nochero, al inteligente que soy yo, sobreviviente adorador de los cielos.

 

***

Tomado de: “Antología general”. Real Academia Española, Edición conmemorativa, Asociación de Academias de la Lengua Española. Lima, 2010.

LA NOCHE EN LA ISLA

Toda la noche he dormido contigo

junto al mar, en la isla.

Salvaje y dulce eras entre el placer y el sueño,

entre el fuego y el agua.

 

Tal vez muy tarde

nuestros sueños se unieron

en lo alto o en el fondo,

arriba como ramas que un mismo viento mueve,

abajo como rojas raíces que se tocan.

 

Tal vez tu sueño

se separó del mío

y por el mar oscuro

me buscaba

como antes

cuando aún no existías,

cuando sin divisarte

navegué por tu lado,

y tus ojos buscaban

lo que ahora

—pan, vino, amor y cólera—

te doy a manos llenas

porque tú eres la copa

que esperaba los dones de mi vida.

 

He dormido contigo

toda la noche mientras

la oscura tierra gira

con vivos y con muertos,

y al despertar de pronto

en medio de la sombra

mi brazo rodeaba tu cintura.

Ni la noche, ni el sueño

pudieron separarnos.

 

He dormido contigo

y al despertar tu boca

salida de tu sueño

me dio el sabor de tierra,

de agua marina, de algas,

del fondo de tu vida,

y recibí tu beso

mojado por la aurora

como si me llegara

del mar que nos rodea.

 

***

Tomado de: “Antología general”. Real Academia Española, Edición conmemorativa, Asociación de Academias de la Lengua Española. Lima, 2010.

COLECCIÓN NOCTURNA

He vencido al ángel del sueño, el funesto alegórico:

su gestión insistía, su denso paso llega

envuelto en caracoles y cigarras,

marino, perfumado de frutos agudos.

 

Es el viento que agita los meses, el silbido de un tren,

el paso de la temperatura sobre el lecho,

un opaco sonido de sombra

que cae como trapo en lo interminable,

una repetición de distancias, un vino de color confundido,

un paso polvoriento de vacas bramando.

 

A veces su canasto negro cae en mi pecho,

sus sacos de dominio hieren mi hombro,

su multitud de sal, su ejército entreabierto

recorren y revuelven las cosas del cielo:

él galopa en la respiración y su paso es de beso:

su salitre seguro planta en los párpados

con vigor esencial y solemne propósito:

entra en lo preparado como un dueño:

su substancia sin ruido equipa de pronto,

su alimento profético propaga tenazmente.

 

Reconozco a menudo sus guerreros,

sus piezas corroídas por el aire, sus dimensiones,

y su necesidad de espacio es tan violenta

que baja hasta mi corazón a buscarlo:

él es el propietario de las mesetas inaccesibles,

él baila con personajes trágicos y cotidianos:

de noche rompe mi piel su ácido aéreo

y escucho en mi interior temblar su instrumento.

 

Yo oigo el sueño de viejos compañeros y mujeres amadas,

sueños cuyos latidos me quebrantan:

su material de alfombra piso en silencio,

su luz de amapola muerdo con delirio.

 

Cadáveres dormidos que a menudo

danzan asidos al peso de mi corazón,

qué ciudades opacas recorremos!

Mi pardo corcel de sombra se agiganta,

y sobre envejecidos tahúres, sobre lenocinios de escaleras gastadas,

sobre lechos de niñas desnudas, entre jugadores de football,

del viento ceñidos pasamos:

y entonces caen a nuestra boca esos frutos blandos del cielo,

los pájaros, las campanas conventuales, los cometas:

aquel que se nutrió de geografía pura y estremecimiento,

ese tal vez nos vio pasar centelleando.

 

Camaradas cuyas cabezas reposan sobre barriles,

en un desmantelado buque prófugo, lejos,

amigos míos sin lágrimas, mujeres de rostro cruel:

la medianoche ha llegado y un gong de muerte

golpea en torno mío como el mar.

Hay en la boca el sabor, la sal del dormido.

Fiel como una condena, a cada cuerpo

la palidez del distrito letárgico acude:

una sonrisa fría, sumergida,

unos ojos cubiertos como fatigados boxeadores,

una respiración que sordamente devora fantasmas.

 

En esa humedad de nacimiento, con esa proporción tenebrosa,

cerrada como una bodega, el aire es criminal:

las paredes tienen un triste color de cocodrilo,

una contextura de araña siniestra:

se pisa en lo blando como sobre un monstruo muerto:

las uvas negras inmensas, repletas,

cuelgan de entre las ruinas como odres:

oh Capitán, en nuestra hora de reparto

abre los mudos cerrojos y espérame:

allí debemos cenar vestidos de luto:

el enfermo de malaria guardará las puertas.

 

Mi corazón, es tarde y sin orillas,

el día, como un pobre mantel puesto a secar,

oscila rodeado de seres y extensión:

de cada ser viviente hay algo en la atmósfera:

mirando mucho el aire aparecerían mendigos,

abogados, bandidos, carteros, costureras,

y un poco de cada oficio, un resto humillado

quiere trabajar su parte en nuestro interior.

Yo busco desde antaño, yo examino sin arrogancia,

conquistado, sin duda, por lo vespertino.

 

***

Tomado de: “Antología general”. Real Academia Española, Edición conmemorativa, Asociación de Academias de la Lengua Española. Lima, 2010.

CABALLO DE LOS SUEÑOS

Innecesario, viéndome en los espejos,

con un gusto a semanas, a biógrafos, a papeles,

arranco de mi corazón al capitán del infierno,

establezco cláusulas indefinidamente tristes.

 

Vago de un punto a otro, absorbo ilusiones,

converso con los sastres en sus nidos:

ellos, a menudo, con voz fatal y fría,

cantan y hacen huir los maleficios.

 

Hay un país extenso en el cielo

con las supersticiosas alfombras del arco-iris

y con vegetaciones vesperales:

hacia allí me dirijo, no sin cierta fatiga,

pisando una tierra removida de sepulcros un tanto frescos,

yo sueño entre esas plantas de legumbre confusa.

 

Paso entre documentos disfrutados, entre orígenes,

vestido como un ser original y abatido:

amo la miel gastada del respeto,

el dulce catecismo entre cuyas hojas

duermen violetas envejecidas, desvanecidas,

y las escobas, conmovedoras de auxilios,

en su apariencia hay, sin duda, pesadumbre y certeza.

Yo destruyo la rosa que silba y la ansiedad raptora:

yo rompo extremos queridos: y aún más,

aguardo el tiempo uniforme, sin medidas:

un sabor que tengo en el alma me deprime.

 

Qué día ha sobrevenido! Qué espesa luz de leche,

compacta, digital, me favorece!

He oído relinchar su rojo caballo

desnudo, sin herraduras y radiante.

Atravieso con él sobre las iglesias,

galopo los cuarteles desiertos de soldados

y un ejército impuro me persigue.

Sus ojos de eucaliptos roban sombra,

su cuerpo de campana galopa y golpea.

 

Yo necesito un relámpago de fulgor persistente,

un deudo festival que asuma mis herencias.

 

***

Tomado de: “Antología general”. Real Academia Española, Edición conmemorativa, Asociación de Academias de la Lengua Española. Lima, 2010.

Fotogramas de la película Andrei Rublev [1969] de Andrei Tarkovski 

«… A través del arte, el ser humano se erige sobre la realidad a través de la experiencia subjetiva… Un descubrimiento artístico ocurre cada vez como una nueva y única imagen del mundo, un jeroglífico de verdad absoluta. Aparece como una revelación, como un deseo momentáneo y apasionado de asir intuitivamente y palpar todas las leyes del mundo –su belleza y su fealdad, su compasión y su crueldad, su infinitud y sus límites… A través de la imagen se sostiene una conciencia del infinito: lo eterno dentro de lo finito, lo espiritual dentro de lo material, lo ilimitado toma forma…» [Esculpir el tiempo, A. Tarkovski]