Por Luz Helena Cordero Villamizar

En el sueño, en la experiencia de dormir y soñar, tenemos la posibilidad de habitar y vivir un universo en donde se rompen las fronteras de lo real, se alteran y trastocan las coordenadas, no solo del tiempo y el espacio sino los límites de la identidad personal, propia y ajena. El sueño es una cinematografía de absoluto sello íntimo en la que somos archivo histórico, guionistas, directores, luminotécnicos, sonidistas, actores, público, escenografía, materia creadora y materia creada. Es un barajar cada noche para emprender una aventura olvidada, o recordada solo a jirones cuando abrimos los ojos. De vez en cuando se nos queda pegada, como una sustancia gelatinosa, alguna escena, alguna palabra, o una sensación que comienza a formar parte del día, que cruza la línea de la realidad y se confunde con los recuerdos.  

Jorge Luis Borges dice que el sueño es una obra de ficción y que la fabulación se prolonga cuando despertamos y contamos el sueño. Pero este no resiste una narración lineal porque su acontecer es múltiple y simultáneo. Es una sustancia imposible de asir. Para atrapar algo de su esencia, para incorporarlo a la palabra, se requiere la poesía. Ambos, sueño y poesía, son rupturas con las perspectivas corrientes de lo real, que se albergan en la oscuridad, en las honduras del ser.

La presencia del sueño en las obras poéticas es tan antigua como la poesía misma. El recorrido por este ámbito es infinito…

***

“Sueño y su medio hermano la muerte” de John William Waterhouse, 1874. 

ANTONIO MACHADO

(Sevilla, 1875 – Colliure, 1939)

EUGENIO MONTEJO

(Caracas, 1938 – Valencia, 2008)

BEATRIZ VANEGAS ATHÍAS

(Majagual, Sucre, 1970)

Antonio Machado es el más joven poeta de la llamada generación del 98 en España, más conocido por sus poemas de honda reflexión filosófica y existencial, por los misterios humanos que explora en sus versos. En sus “Parábolas” aborda la riqueza simbólica de los sueños, la ilusión y la ternura. Cuando habla del niño parece hablar del poeta, que habita en el claroscuro, a medio camino entre lo real y lo imaginado. Hay una mezcla juguetona entre el soñar y el vivir; entre la imagen y su ilusión. Crea una figura de delicada belleza que alude a ese soñador, cuyos párpados se interponen entre sus ojos y el mar.

A propósito de la ficción, una de las sentencias más lúcidas y encantadoras sobre la mentira viene de su heterónimo Juan de Mairena: “Se miente más de la cuenta /por falta de fantasía: /también la verdad se inventa”.

PARÁBOLAS
I Era un niño que soñaba un caballo de cartón. Abrió los ojos el niño y el caballito no vio. Con un caballito blanco el niño volvió a soñar; y por la crin lo cogía… ¡Ahora no te escaparás! Apenas lo hubo cogido, el niño se despertó. Tenía el puño cerrado. ¡El caballito voló! Quedóse el niño muy serio pensando que no es verdad un caballito soñado. Y ya no volvió a soñar. Pero el niño se hizo mozo y el mozo tuvo un amor, y a su amada le decía: ¿Tú eres de verdad o no? Cuando el mozo se hizo viejo pensaba: Todo es soñar, el caballito soñado y el caballo de verdad. Y cuando vino la muerte, el viejo a su corazón preguntaba: ¿Tú eres sueño? ¡Quién sabe si despertó!   II A D. Vicente Ciurana.   Sobre la limpia arena, en el tartesio llano por donde acaba España y sigue el mar, hay dos hombres que apoyan la cabeza en la mano; uno duerme, y el otro parece meditar. El uno, en la mañana de tibia primavera, junto a la mar tranquila, ha puesto entre sus ojos y el mar que reverbera, los párpados, que borran el mar en la pupila. Y se ha dormido, y sueña con el pastor Proteo, que sabe los rebaños del marino guardar; y sueña que le llaman las hijas de Nereo, y ha oído a los caballos de Poseidón hablar. El otro mira al agua. Su pensamiento flota: hijo del mar, navega -o se pone a volar-. Su pensamiento tiene un vuelo de gaviota, que ha visto un pez de plata en el agua saltar. Y piensa: “Es esta vida una ilusión marina de un pescador que un día ya no puede pescar.” El soñador ha visto que el mar se le ilumina, y sueña que es la muerte una ilusión del mar. *** Tomado de: “Poesías completas”. Espasa Calpe, Madrid, 1983.

Los versos de Eugenio Montejo son depurados, delicados, traslúcidos y de un profundo lirismo. Hijo de un panadero, de cuyo mundo de olores y sabores extrajo la materia de su poesía y el bello título de su ensayo “El taller blanco”. Lo inquieta particularmente la relación hombre-ciudad y el “desarraigo absoluto” que se produce con la desaparición de las ciudades tradicionales para dar paso a urbes impersonales e idénticas en su diseño lineal. En ellas “ya no es posible la contemplación”.

Sus poemas son evocadores, nombran la ausencia, se regodean en los sonidos de la noche y, como un estribillo que viene del pasado, un gallo canta. Quien duerme flota en el éter, está solo en medio del mundo.

SOLO LA TIERRA

                                      a Reynaldo Pérez-Só

 

Por todos los astros lleva el sueño

pero sólo en la tierra despertamos.

 

Dormidos flotamos en el éter,

nos arrastran las naves invisibles

hacia mundos remotos

pero sólo en la tierra abren los párpados.

 

La tierra amada día tras día,

maravillosa, errante,

que trae el sol al hombre de tan lejos

y lo prodiga en nuestras casas.

 

Siempre seré fiel a la noche

y al fuego de todas sus estrellas

pero miradas desde aquí,

no podría irme, no sé habitar otro paisaje.

Ni con la muerte dejaría

que mis cenizas salgan de sus campos.

La tierra es el único planeta

que prefiere los hombres a los ángeles.

 

Más que el silencio de la tumba

temo la hora de resurrección:

demasiado terrible

es despertar mañana en otra parte.

 

***

Tomado de: “Terredad”. Monte Ávila editores, Caracas, 1978.

DESPERTAR

LA LUZ derrumba los castillos

donde flotábamos en sueño;

queda su tufarada de ballena

en nuestro espejo opaco…

Ya erramos cerca de Saturno,

ahora la tierra gira más despacio.

Temblamos solos en el medio del mundo

y abrimos la ventana

para que el día pase en su barco.

Anoche nos dormimos en un país tan lejano.

 

***

Tomado de: “Alfabeto del mundo”.  Fondo de Cultura Económica, México, 2005.

La obra de Beatriz Vanegas Athías está poblada con personajes sencillos y de la vida cotidiana, penetrada por historias y acontecimientos dolorosos del país, que ella pasa por su inteligencia, por su emoción y sensibilidad, para transformarlos en objetos estéticos de honda factura. Su poesía se percibe habitada, transpira vida; en ella se siente el calor, el olor del fogón, el rumor del río, los pájaros, el “canto del aguacero”.

En estos poemas describe el mundo silente de la sorda, la confabulación de interpretaciones cuando el sueño le devuelve los inquietantes sonidos que la asaltan.

EL SUEÑO Y LA LLUVIA

Soñó que escuchaba.

Y no sabía qué hacer con sus manos

esos otros oídos

que en el sueño eran inservibles.

Soñó que escuchaba la bocina del bus

la voz del esposo profiriendo groserías

al hijo remoto anunciar por teléfono

que tampoco esa navidad volvería

la vocinglería del almacén de la esquina

anunciando nuevos precios y rebajas

y la algarabía de los mendigos

que puñal en mano,

forcejeaban por un trapo.

Pero no llovía en el sueño, no llovía.

La sorda quiso entonces, desesperada,

despertar de aquella pesadilla.

 

***

Tomado de: “Llorar en el cine”. Ediciones Corazón de mango, Floridablanca, Santander, Colombia, 2018.

EL SUEÑO

En el sueño la sorda tenía oídos.

Así que toda la noche pasó

oyendo como a él se le escurrían

sin temor, ciertas caricias sonoras.

Sonreía en aquel territorio posible

de los Por siempre

los Eres mi vida

Tengamos una casa

O Nunca más me iré.

Pero amaneció

-y no siempre es luz el nuevo día-

Amaneció

y otra vez el silencio

se desplegó ante ella

como mar que niega toda dicha.

 

***

Tomado de: “Llorar en el cine”. Ediciones Corazón de mango, Floridablanca, Santander, Colombia, 2018.