Por Luz Helena Cordero Villamizar

El poeta da cuenta de lo que ocurre en su tiempo porque la realidad en la que está inmerso es inherente a la experiencia poética y su voz ha de ser escuchada siglos después. Ese contar pasa por la sensibilidad y por hacer una lectura crítica del mundo que le correspondió vivir. Ese tener conciencia del momento presente es el modo de ser contemporáneos. La literatura no envejece ni es local. Tiene el poder de trascender las fronteras temporales y espaciales y así las voces de todos los tiempos dialogan, nos interpelan y nos señalan una condición común: la insatisfacción con cada época. Giorgio Agamben atribuye a los poetas la capacidad de tener fija la mirada en su tiempo «para percibir no las luces, sino la oscuridad». Quizá por eso los poetas de todas las épocas han tenido una percepción incómoda de su presente y han vivido el suyo como un tiempo convulso.

El tiempo en el arte no es lineal. Las obras del pasado son contemporáneas cuando dialogan de manera incesante con el presente. Cervantes es contemporáneo cuando vamos a él para leer un tema actual; la obra de Juan Rulfo se vitaliza todos los días; Ajmátova nos interpela y dialoga con cualquier poeta de hoy. Si bien los autores corresponden a una época, sus obras literarias trascienden su tiempo y se actualizan, se reinterpretan en un eterno presente. Por otro lado, aunque hay predecesores, no se trata de que estos sean superados por los escritores actuales, o viceversa, ni que estos vayan a serlo, a su vez, por los que vendrán. El diálogo de la literatura discurre en otra forma del tiempo, ni lineal ni progresivo, pues todo el corpus constituye la riqueza, el patrimonio literario de la humanidad.

 

Con el nombre de Chac Mool se identifica el diseño particular de varias esculturas presentes por toda Mesoamérica y elaboradas por los mayas durante el período posclásico (900-1521). La peculiar postura se repite en muchas esculturas por el vasto territorio, con sus atavíos, su posición recogida y la cabeza de lado. Ha sido vista como una pose ritual con la disposición hacia la ofrenda o la tensión del contacto con lo sagrado. Suele asociarse con deidades del agua, con la fertilidad o la exuberancia.

RUBÉN DARÍO

(Metapa, 1867- León, Nicaragua, 1916)

MATILDE ESPINOSA

(Tierradentro, Cauca, 1910 – Bogotá, Colombia, 2008)

THIAGO DE MELLO

(Barreirinha, Amazonas, 1926 – Manaos, Brasil,  2022)

Rubén Darío:  Quién diría que este personaje provinciano de la América que siglos antes se llamaba indiana; que este niño «perdido en un camino», que inspiraba protección, según lo caracterizó su amigo Vargas Vila, haría que las letras de este lado del mundo despertaran del largo sueño en que estaban sumidas por el narcótico influjo de la poética francesa, por la «anquilosis española», por el costumbrismo y el romanticismo. Tampoco se podía presentir que se habría de convertir en un referente imprescindible para la poesía escrita en lengua castellana.

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Sobre Rubén Darío

Rubén Darío: Félix Rubén García Sarmiento fue su nombre de pila y el Darío lo tomó de su padre, quien tampoco se llamaba así, según dice el poeta, el padre y las generaciones siguientes heredaron el nombre de un tatarabuelo. Quién diría que este personaje provinciano de la América que siglos antes se llamaba indiana; que este niño «perdido en un camino», que inspiraba protección, según lo caracterizó su amigo Vargas Vila, haría que las letras de este lado del mundo despertaran del largo sueño en que estaban sumidas por el narcótico influjo de la poética francesa, por la «anquilosis española», por el costumbrismo y el romanticismo. Tampoco se podía presentir que se habría de convertir en un referente imprescindible para la poesía escrita en lengua castellana.

Inició como casi todos los hispanoamericanos, imitando técnicas y temas de varios siglos atrás, que logró dominar hasta el «virtuosismo», pero de allí pasó a preguntarse por el futuro de la poesía, a la luz de la realidad natural y social de su patria grande que era América, e inició una búsqueda de un lenguaje que, según Ángel Rama, pudiera llenar el vacío provocado por un «desajuste entre la sociedad en transmutación y las formas poéticas tradicionales». Esa sociedad empezaba a vivir el ritmo acelerado de la industrialización, la fundación de grandes ciudades, en otras palabras, la modernización. El poeta siente la necesidad de crear el lenguaje que le permita contar y cantar esas nuevas realidades marcadas por la injusticia, la falsedad, la crueldad, esa doble vida escindida entre un afuera rudo y un adentro artificialmente embellecido. En sus “Abrojos” deja probar su amargura:

Mucho tigre carnicero

bien enguantadas las uñas, encuentra la poesía con anemia,

con tisis el ideal,

bajo la capa el puñal

y en la boca la blasfemia.

Ante el desmoronamiento de la idea de la naturaleza como paraíso, el poeta crea un «paraíso artificial» que caracterizará al modernismo. Reelabora objetos culturales europeos y los sitúa en el contexto de América, de ese modo se los apropia, los naturaliza, los convierte en «paisajes de cultura», vuelve a nombrarlos mediante el artificio de las figuras retóricas, denominadas pedrerío, quincallería de la lengua. Para el poeta nicaragüense la palabra es un ser viviente dotado de alma (idea) y de cuerpo (sonido) y estos son inseparables. Del mismo modo, al tiempo que lucha contra el «clisé verbal» lo hace contra el «clisé mental» y apunta a la libertad de la lengua: «Con Darío, América se apropia de la lengua castellana a través del canto», incorpora los coloquialismos, los términos corrientes, la sintaxis conversacional, dice Rama.

Rubén Darío es un fenómeno literario que recuerda la importancia de la música y el ritmo en la poesía: «Como cada palabra tiene un alma, hay en cada verso, además de la harmonía verbal, una melodía ideal. La música es sólo la idea, muchas veces». Entre el «paisaje artificial» importado de Europa son legendarios sus cisnes. El poema que lleva este título ilustra lo que aquí se ha dicho sobre la artificialidad de las imágenes en el tratamiento de temas locales. Utiliza la imagen impoluta de esta ave preciosa para traerla a una nueva realidad, para interrogarla y contarle del miedo a «los bárbaros fieros», a la guerra. El poeta asimila la forma del cuello de los cisnes al signo de «interrogación de tu cuello divino».

En “Letanía de Nuestro Señor Don Quijote” hace suyo (nuestro) el «señor de los tristes», le hace un angustioso llamado, es la voz que pide su protección para un tiempo de incertidumbres. Tiene un hondo significado enaltecer una figura literaria, símbolo del alucinado, envestirlo de poderes y ponerlo a la altura de un dios. El resultado es grandilocuente pero bello. Gran parte de sus súplicas son todavía vigentes, como esta: «del hampa que sacia su canallocracia… de las Academias, líbranos, señor».

“A Colón” (1892) es un poema de juventud, poco conocido, que leyó en Madrid en el cuarto centenario del descubrimiento de América. Está lleno de alusiones a las consecuencias negativas de la conquista, al arrasamiento de los pueblos originarios y a la sociedad injusta a la que dio paso. Darío no desperdició la oportunidad para denunciar la realidad social de su tierra y el mundo forjado por el yugo imperial español, lamentando el momento en que se produjo el descubrimiento y empezaron las desgracias para América: duelos, espantos, guerras, fiebre constante… Enaltece los antepasados indios: «¡ojalá hubieran sido los hombres blancos / como los Atahualpas y Moctezumas!»

Incluyo también “Los motivos del lobo” por dos razones: una, porque evidencia las preocupaciones éticas, sociales y morales de la voz poética, al crear un diálogo entre la bondad y la maldad, representadas por Francisco de Asís y el lobo de Gubbio. No obstante, la historia se invierte y al final vendrá la conmoción. La otra razón es personal: fue una impronta en mi vocación poética y quedó para siempre cargado de emoción. Todavía veo a la niña que lo declamaba y al auditorio estremecido, secándose las lágrimas.

Pese al tedio que provoca el estilo modernista, siempre volveremos a Rubén Darío para renovar nuestra convicción sobre el peso de la palabra poética y su inmortalidad. Él nos anima a continuar: «Es el Arte el que vence el espacio y el tiempo…La poesía existirá mientras exista el problema de la vida y de la muerte».

LOS CISNES

                                                        A Juan R[amón] Jiménez

 ¿Qué signo haces, oh Cisne, con tu encorvado cuello

al paso de los tristes y errantes soñadores?

¿Por qué tan silencioso de ser blanco y ser bello,

tiránico a las aguas e impasible a las flores?

 

Yo te saludo ahora como en versos latinos

te saludara antaño Publio Ovidio Nasón.

Los mismos ruiseñores cantan los mismos trinos,

y en diferentes lenguas es la misma canción.

 

A vosotros mi lengua no debe ser extraña.

A Garcilaso visteis, acaso, alguna vez…

Soy un hijo de América, soy un nieto de España…

Quevedo pudo hablaros en verso en Aranjuez…

 

Cisnes, los abanicos de vuestras alas frescas

den a las frentes pálidas sus caricias más puras

y alejen vuestras blancas figuras pintorescas

de nuestras mentes tristes las ideas oscuras.

 

Brumas septentrionales nos llenan de tristezas,

se mueren nuestras rosas, se agostan nuestras palmas,

casi no hay ilusiones para nuestras cabezas,

y somos los mendigos de nuestras pobres almas.

 

Nos predican la guerra con águilas feroces,

gerifaltes de antaño revienen a los puños,

mas no brillan las glorias de las antiguas hoces,

ni hay Rodrigos ni Jaimes, ni hay Alfonsos ni Nuños.

 

Faltos del alimento que dan las grandes cosas,

¿qué haremos los poetas sino buscar tus lagos?

A falta de laureles son muy dulces las rosas,

y a falta de victorias busquemos los halagos.

 

La América española como la España entera

fija está en el Oriente de su fatal destino;

yo interrogo a la Esfinge que el porvenir espera

con la interrogación de tu cuello divino.

 

¿Seremos entregados a los bárbaros fieros?

¿Tantos millones de hombres hablaremos inglés?

¿Ya no hay nobles hidalgos ni bravos caballeros?

¿Callaremos ahora para llorar después?

 

He lanzado mi grito, Cisnes, entre vosotros

que habéis sido los fieles en la desilusión,

mientras siento una fuga de americanos potros

y el estertor postrero de un caduco león…

 

…Y un cisne negro dijo: «La noche anuncia el día».

Y uno blanco: «¡La aurora es inmortal! ¡La aurora

es inmortal!» ¡Oh tierras de sol y de armonía,

aún guarda la Esperanza la caja de Pandora!

***

Tomado de: “Poesía”. Biblioteca Ayacucho, Barcelona, 1985.

 

 

LETANÍA DE NUESTRO SEÑOR DON QUIJOTE

A [Francisco] Navarro Ledesma.

Rey de los hidalgos, señor de los tristes,

que de fuerza alientas y de ensueños vistes,

coronado de áureo yelmo de ilusión;

que nadie ha podido vencer todavía,

por la adarga al brazo, toda fantasía,

y la lanza en ristre, toda corazón.

 

Noble peregrino de los peregrinos,

que santificaste todos los caminos

con el paso augusto de tu heroicidad,

contra las certezas, contra las conciencias

y contra las leyes y contra las ciencias,

contra la mentira, contra la verdad…

 

¡Caballero errante de los caballeros,

varón de varones, príncipe de fieros,

par entre los pares, maestro, salud!

¡Salud, porque juzgo que hoy muy poca tienes,

entre los aplausos o entre los desdenes,

y entre las coronas y los parabienes

y las tonterías de la multitud!

 

¡Tú, para quien pocas fueron las victorias

antiguas y para quien clásicas glorias

serían apenas de ley y razón,

soportas elogios, memorias, discursos,

resistes certámenes, tarjetas, concursos,

y, teniendo a Orfeo, tienes a orfeón!

 

Escucha, divino Rolando del sueño,

a un enamorado de tu Clavileño,

y cuyo Pegaso relincha hacia ti;

escucha los versos de estas letanías,

hechas con las cosas de todos los días

y con otras que en lo misterioso vi.

 

¡Ruega por nosotros, hambrientos de vida,

con el alma a tientas, con la fe perdida,

llenos de congojas y faltos de sol,

por advenedizas almas de manga ancha,

que ridiculizan el ser de la Mancha,

el ser generoso y el ser español!

 

¡Ruega por nosotros, que necesitamos

las mágicas rosas, los sublimes ramos

de laurel Pro nobis ora, gran señor.

(Tiembla la floresta de laurel del mundo,

y antes que tu hermano vago, Segismundo,

el pálido Hamlet te ofrece una flor)

 

Ruega generoso, piadoso, orgulloso;

ruega casto, puro, celeste, animoso;

por nos intercede, suplica por nos,

pues casi ya estamos sin savia, sin brote,

sin alma, sin vida, sin luz, sin Quijote,

sin piel y sin alas, sin Sancho y sin Dios.

 

De tantas tristezas, de dolores tantos

de los superhombres de Nietzsche, de cantos

áfonos, recetas que firma un doctor,

de las epidemias de horribles blasfemias

de las Academias,

líbranos, señor.

 

De rudos malsines,

falsos paladines,

y espíritus finos y blandos y ruines,

del hampa que sacia

su canallocracia

con burlar la gloria, la vida, el honor,

del puñal con gracia,

¡líbranos, Señor!

 

Noble peregrino de los peregrinos,

que santificaste todos los caminos,

con el paso augusto de tu heroicidad,

contra las certezas, contra las conciencias

y contra las leyes y contra las ciencias,

contra la mentira, contra la verdad…

 

¡Ora por nosotros, señor de los tristes

que de fuerza alientas y de ensueños vistes,

coronado de áureo yelmo de ilusión;

¡que nadie ha podido vencer todavía,

por la adarga al brazo, toda fantasía,

y la lanza en ristre, toda corazón!

 

(Madrid, abril de 1905)

 ***

Tomado de: “Poesía”. Biblioteca Ayacucho, Barcelona, 1985.

 

 

A COLÓN

¡DESGRACIADO Almirante! Tu pobre América,

tu india virgen y hermosa de sangre cálida,

la perla de tus sueños, es una histérica

de convulsivos nervios y frente pálida.

 

Un desastroso espíritu posee tu tierra:

donde la tribu unida blandió sus mazas,

hoy se enciende entre hermanos perpetua guerra,

se hieren y destrozan las mismas razas.

 

Al ídolo de piedra reemplaza ahora

el ídolo de carne que se entroniza,

y cada día alumbra la blanca aurora

en los campos fraternos sangre y ceniza.

 

Desdeñando a los reyes nos dimos leyes

al son de los cañones y los clarines,

y hoy al favor siniestro de negros reyes

fraternizan los Judas con los Caínes.

 

Bebiendo la esparcida savia francesa

con nuestra boca indígena semiespañola,

día a día cantamos la Marsellesa

para acabar danzando la Carmañola.

 

Las ambiciones pérfidas no tienen diques,

soñadas libertades yacen deshechas.

¡Eso no hicieron nunca nuestros Caciques,

a quienes las montañas daban las flechas!

 

Ellos eran soberbios, leales y francos,

ceñidas las cabezas de raras plumas;

¡ojalá hubieran sido los hombres blancos

como los Atahualpas y Moctezumas!

 

Cuando en vientres de América cayó semilla

de la raza de hierro que fue de España,

mezcló su fuerza heroica la gran Castilla

con la fuerza del indio de la montaña.

 

¡Pluguiera a Dios las aguas antes intactas

no reflejaran nunca las blancas velas;

ni vieran las estrellas estupefactas

arribar a la orilla tus carabelas!

 

Libres como las águilas, vieran los montes

pasar los aborígenes por los boscajes,

persiguiendo los pumas y los bisontes

con el dardo certero de sus carcajes.

 

Que más valiera el jefe rudo y bizarro

que el soldado que en fango sus glorias finca,

que ha hecho gemir al zipa bajo su carro

o temblar las heladas momias del Inca.

 

La cruz que nos llevaste padece mengua;

y tras encanalladas revoluciones,

la canalla escritora mancha la lengua

que escribieron Cervantes y Calderones.

 

Cristo va por las calles flaco y enclenque,

Barrabás tiene esclavos y charreteras,

y en las tierras de Chibcha, Cuzco y Palenque

han visto engalonadas a las panteras.

 

Duelos, espantos, guerras, fiebre constante

en nuestra senda ha puesto la suerte triste:

¡Cristóforo Colombo, pobre Almirante,

ruega a Dios por el mundo que descubriste!

(1892)

 ***

Tomado de: “Poesía”. Biblioteca Ayacucho, Barcelona, 1985.

LOS MOTIVOS DEL LOBO

El varón que tiene corazón de lis,

alma de querube, lengua celestial,

el mínimo y dulce Francisco de Asís,

está con un rudo y torvo animal,

bestia temerosa, de sangre y de robo,

las fauces de furia, los ojos de mal:

¡el lobo de Gubbio, el terrible lobo!

Rabioso, ha asolado los alrededores;

cruel, ha deshecho todos los rebaños;

devoró corderos, devoró pastores,

y son incontables sus muertes y daños.

 

Fuertes cazadores armados de hierros

fueron destrozados. Los duros colmillos

dieron cuenta de los más bravos perros,

como de cabritos y de corderillos.

 

Francisco salió:

al lobo buscó

en su madriguera.

Cerca de la cueva encontró a la fiera

enorme, que al verle se lanzó feroz

contra él. Francisco, con su dulce voz,

alzando la mano,

al lobo furioso dijo: “¡Paz, hermano

lobo!” El animal

contempló al varón de tosco sayal;

dejó su aire arisco,

cerró las abiertas fauces agresivas,

y dijo: “¡Está bien, hermano Francisco!”

“¡Cómo! —exclamó el santo?—. ¿Es ley que tú vivas

de horror y de muerte?

¿La sangre que vierte

tu hocico diabólico, el duelo y espanto

que esparces, el llanto

de los campesinos, el grito, el dolor

de tanta criatura de Nuestro Señor,

no han de contener tu encono infernal?

¿Vienes del infierno?

¿Te ha infundido acaso su rencor eterno

Luzbel o Belial?”

Y el gran lobo, humilde: —“¡Es duro el invierno,

y es horrible el hambre! En el bosque helado

no hallé qué comer; y busqué el ganado,

y en veces comí ganado y pastor.

¿La sangre? Yo vi más de un cazador

sobre su caballo, llevando el azor

al puño; o correr tras el jabalí,

el oso o el ciervo; y a más de uno vi

mancharse de sangre, herir, torturar,

de las roncas trompas al sordo clamor,

a los animales de Nuestro Señor.

Y no era por hambre, que iban a cazar!”

Francisco responde: —“En el hombre existe

mala levadura.

Cuando nace viene con pecado. Es triste.

Mas el alma simple de la bestia es pura.

Tú vas a tener

desde hoy qué comer.

Dejarás en paz

rebaños y gente en este país.

¡Que Dios melifique tu ser montaraz!”

—“Está bien, hermano Francisco de Asís”.

—“Ante el Señor, que todo ata y desata,

en fe de promesa tiéndeme la pata”.

El lobo tendió la pata al hermano

de Asís, que a su vez le alargó la mano.

Fueron a la aldea. La gente veía

y lo que miraba casi no creía.

Tras el religioso iba el lobo fiero,

y, baja la testa, quieto le seguía

como un can de casa, o como un cordero.

 

Francisco llamó la gente a la plaza

y allí predicó.

Y dijo: —“He aquí una amable caza.

El hermano lobo se viene conmigo;

me juró no ser ya vuestro enemigo,

y no repetir su ataque sangriento.

Vosotros, en cambio, daréis su alimento

a la pobre bestia de Dios”. —“¡Así sea!”,

contestó la gente toda de la aldea.

Y luego, en señal

de contentamiento,

movió testa y cola el buen animal,

y entró con Francisco de Asís al convento.

 

Algún tiempo estuvo el lobo tranquilo

en el santo asilo.

Sus bastas orejas los salmos oían

y los claros ojos se le humedecían.

Aprendió mil gracias y hacía mil juegos

cuando a la cocina iba con los legos.

Y cuando Francisco su oración hacía,

el lobo las pobres sandalias lamía.

Salía a la calle,

iba por el monte, descendía al valle,

entraba en las casas y le daban algo

de comer. Mirábanle como a un manso galgo.

Un día, Francisco se ausentó. Y el lobo

dulce, el lobo manso y bueno, el lobo probo,

desapareció, tornó a la montaña,

y recomenzaron su aullido y su saña.

Otra vez sintióse el temor, la alarma,

entre los vecinos y entre los pastores;

colmaba el espanto los alrededores,

de nada servían el valor y el arma,

pues la bestia fiera

no dio treguas a su furor jamás,

como si tuviera

fuegos de Moloch y de Satanás.

 

Cuando volvió al pueblo el divino santo,

todos lo buscaron con quejas y llanto,

y con mil querellas dieron testimonio

de lo que sufrían y perdían tanto

por aquel infame lobo del demonio.

 

Francisco de Asís se puso severo.

Se fue a la montaña

a buscar al falso lobo carnicero.

Y junto a su cueva halló a la alimaña.

—“En nombre del Padre del sacro universo,

conjúrote —dijo—, ¡oh lobo perverso!,

a que me respondas: ¿Por qué has vuelto al mal?

Contesta. Te escucho”.

Como en sorda lucha, habló el animal,

la boca espumosa y el ojo fatal:

—“Hermano Francisco, no te acerques mucho…

Yo estaba tranquilo allá en el convento;

al pueblo salía,

y si algo me daban estaba contento

y manso comía.

Mas empecé a ver que en todas las casas

estaban la Envidia, la Saña, la Ira,

y en todos los rostros ardían las brasas

de odio, de lujuria, de infamia y mentira.

Hermanos a hermanos hacían la guerra,

perdían los débiles, ganaban los malos,

hembra y macho eran como perro y perra,

y un buen día todos me dieron de palos.

Me vieron humilde, lamía las manos

y los pies. Seguía tus sagradas leyes,

todas las criaturas eran mis hermanos:

los hermanos hombres, los hermanos bueyes,

hermanas estrellas y hermanos gusanos.

Y así, me apalearon y me echaron fuera.

Y su risa fue como un agua hirviente,

y entre mis entrañas revivió la fiera,

y me sentí lobo malo de repente;

mas siempre mejor que esa mala gente.

y recomencé a luchar aquí,

a me defender y a me alimentar.

Como el oso hace, como el jabalí,

que para vivir tienen que matar.

Déjame en el monte, déjame en el risco,

déjame existir en mi libertad,

vete a tu convento, hermano Francisco,

sigue tu camino y tu santidad”.

 

El santo de Asís no le dijo nada.

Le miró con una profunda mirada,

y partió con lágrimas y con desconsuelos,

y habló al Dios eterno con su corazón.

El viento del bosque llevó su oración,

que era: “Padre nuestro, que estás en los cielos…”

(París, diciembre de 1913).

*** 

Tomado de: “Poesía”. Biblioteca Ayacucho, Barcelona, 1985.

La historia de Matilde Espinosa se parece a la de este país: de origen mítico y violento, bañada por ríos turbulentos, pródiga en pájaros, con trabajos y años fatigosos, venida del dolor, de la muerte, fortalecida por los sueños, atravesada por tristes noticias, bruñida por el tiempo, moldeada por la tierra, con sus leyendas, sus nevados, sus montes, sus montañas azules. Llena de luchas y siempre dispuesta a afilar su voz, a entonar su música. Ya lo dijo Antonio Machado: «el diamante es frío pero es fruto del fuego».

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Sobre Matilde Espinosa

La historia de Matilde Espinosa se parece a la de este país: de origen mítico y violento, bañada por ríos turbulentos, pródiga en pájaros, con trabajos y años fatigosos, venida del dolor, de la muerte, fortalecida por los sueños, atravesada por tristes noticias, bruñida por el tiempo, moldeada por la tierra, con sus leyendas, sus nevados, sus montes, sus montañas azules. Llena de luchas y siempre dispuesta a afilar su voz, a entonar su música. Ya lo dijo Antonio Machado: «el diamante es frío pero es fruto del fuego».

Los títulos de sus libros parecen versos que cuentan la historia de su vida y solo con ellos se podría componer un poema: «Los ríos han crecido / Por todos los silencios/ Afuera, las estrellas/ Pasa el viento/ El mundo es una calle larga/ Estación desconocida/ Los héroes perdidos/ son Señales en la sombra/ La sombra en el muro/ Y la ciudad entra en la noche.»

Matilde le canta a sus raíces, le presta su voz a quienes forjaron el presente, a quienes no han tenido una oportunidad. Su entereza, su rebeldía, son la pugna por el derecho a la vida en un mundo hostil, por enaltecer y visibilizar el rol de las mujeres como forjadoras de cultura. La poeta Maruja Vieira ha dicho que la palabra de Matilde «tiene la virtud esencial del trigo, siempre dispuesto a convertirse en pan para alimentar a los desvalidos, que son a lo largo de su vida y de la vida de sus libros, los protagonistas y destinatarios de su mensaje claro, directo, perdurable».

Por sus poemas corren ríos, palabras cristalinas, criaturas vegetales, murmullos de los muertos, música, raíces, quejidos de la profundidad, «viento que pasa»…

VOCES DE NIÑOS

Algo brilla en la arena

algo tiembla en el agua

serán los ojos de los niños muertos

o la media luna perdida

en la madrugada.

Tal vez cayó en el monte,

tal vez en la torre siniestra.

Que la rescate el héroe

o la magia infantil,

el que siembra la rosas

y da de comer a las palomas.

Que la rescate el mendigo

o la prostituta que llora

su niño perdido;

que la rescaten los pescadores

cuando velan sobre sus tristes canoas.

 

La luna era entera

de tanto jugar a ser sombra

o ser nube se fue haciendo vieja

y ahora a través de los sauces

llora, llora su media mitad

fugitiva.

Que la rescaten los héroes perdidos.

***

Tomado de: “Los héroes perdidos. Poemas”. Trilce Editores, Bogotá, 1994.

NOVIEMBRE 6

No fue la noche

ni fue la madrugada

el ala temblorosa,

ni menos fue la muerte,

la simple muerte

que viene “tan callando”.

Ni fue la tormenta

el fuego desbocado.

Era el pavor, la palabra

perdida, la inútil súplica

la esperanza y la vida,

todo una misma llama.

 

Después el tiempo

barrerá las cenizas

y escuchará a quienes

siguen mirándose en el fuego. 

***

Tomado de: “Los héroes perdidos. Poemas”. Trilce Editores, Bogotá, 1994.

 

CONVERSACIÓN

                                 A la memoria de una joven revolucionaria

                               sacrificada en una selva del Chocó. 1984.

Más alta que la muerte

la niebla la envolvió

púdicamente, para enterrar

el crimen.

Tal vez no hubo queja,

ni sollozo, nada.

Solamente el rojo vivo

de la sangre, el rojo fuego,

la única flor que estalla y mata.

 

La selva tumba dispersa

mundo espectral donde los árboles

se confunden con los seres humanos.

 

“Yo estoy muerta,

el registro de mi sacrificio

es una llama trashumante;

a veces amanezco en el quicio

de la miseria;

mi nombre ya deshabitado

está en el secreto de las cosas

que amé porque creía en ellas.

Alguien con mi nombre

bautizó un rosal.

Todos los hostigamientos

rompieron la muralla de estrellas

que iba delante de mis ojos.

Ahora estoy muerta

y reconozco la bondad de la yerba

que humedece mi sombra”.

***

Tomado de: “Los héroes perdidos. Poemas”. Trilce Editores, Bogotá, 1994.

 

PUERTAS CERRADAS

                   Los soldados lloran de noche

                  antes de morir.

                                   Salvatore Quasimodo

 

Las sombras se repiten

y llegan temblorosas

al pie de la ciudades.

Nadie quiere abrir las puertas

por el miedo a la epidemia.

 

La sangre baja desde las montañas

y se interna en los hospitales.

En los cuarteles lloran los caballos

y no quieren oír hablar de la guerra,

tienen malos recuerdos,

piensan en las praderas

y en sus compañeras de amor.

Los caballos son tiernos

y miran con dolor a los torturados.

De noche oyen los gemidos

y sus cascos golpean

para espantar a los muertos.

 

Así es ahora la epidemia de la sangre.

Sobre los hombros de los veinte años

la mala muerte camina y es estruendo,

llama o ceniza arrebatada por el viento.

***

Tomado de: “Los héroes perdidos. Poemas”. Trilce Editores, Bogotá, 1994.

El nombre de Thiago de Mello está ligado indisoluble y bellamente con la poesía comprometida en la defensa de los derechos humanos, con la lucha contra el autoritarismo y la represión, con una escritura que respira humanismo y pone la mirada en el ser de los oprimidos y excluidos. El poema al que vamos de inmediato, ese que nunca se olvida después de haberlo leído y que conmueve hasta el éxtasis es “Los estatutos del hombre”, en donde se decreta la belleza y el derecho a la felicidad. Solo se prohíbe: «amar sin amor». La voz de Thiago también viene cargada de agua dulce, del Amazonas, «del río más mar del mundo».

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Sobre Thiago de Mello

El nombre de Thiago de Mello está ligado indisoluble y bellamente con la poesía comprometida en la defensa de los derechos humanos, con la lucha contra el autoritarismo y la represión, con una escritura que respira humanismo y pone la mirada en el ser de los oprimidos y excluidos. El poema al que vamos de inmediato, ese que nunca se olvida después de haberlo leído y que conmueve hasta el éxtasis es “Los estatutos del hombre”, en donde se decreta la belleza y el derecho a la felicidad. Solo se prohíbe: «amar sin amor». La voz de Thiago también viene cargada de agua dulce, del Amazonas, «del río más mar del mundo».

El poeta nos dice que escribir difícil es muy fácil, pues lo arduo es hacer un poema diáfano y sencillo. Escribir como quien hace «el pan de cada día». Esta frase sintetiza su poesía y la recepción de la misma, pues sus versos se corean en las plazas, se escriben en las paredes, se imprimen en la memoria. Su amigo Pablo Neruda dijo de él que es un poeta que transforma el alma: «Thiago de Mello nos aumenta, nos agrega, nos hace florecer… pasa por nuestras almas para invitarnos a vivir».

Este no es un poeta brasileño. Es un poeta universal, ancho, hondo, de versos conmovedores, que iluminan y reparten la esperanza.

LOS ESTATUTOS DEL HOMBRE

 

Artículo 1

Queda decretado que ahora vale la vida,

que ahora vale la verdad,

y que de manos dadas

trabajaremos todos por la vida verdadera.

 

Artículo 2

Queda decretado que todos los días de la semana,

inclusive los martes más grises,

tienen derecho a convertirse en mañanas de domingo.

 

Artículo 3

Queda decretado que, a partir de este instante,

habrá girasoles en todas las ventanas,

que los girasoles tendrán derecho

a abrirse dentro de la sombra;

y que las ventanas deben permanecer el día entero

abiertas para el verde donde crece la esperanza.

 

Artículo 4

Queda decretado que el hombre

no precisará nunca más

dudar del hombre.

Que el hombre confiará en el hombre

como la palmera confía en el viento,

como el viento confía en el aire,

como el aire confía en el campo azul del cielo.

 

Parágrafo único:

El hombre confiará en el hombre

como un niño confía en otro niño.

 

Artículo 5

Queda decretado que los hombres

están libres del yugo de la mentira.

Nunca más será preciso usar

la coraza del silencio

ni la armadura de las palabras.

El hombre se sentará a la mesa

con la mirada limpia,

porque la verdad pasará a ser servida

antes del postre.

 

Artículo 6

Queda establecida, durante diez siglos,

la práctica soñada por el profeta Isaías,

el lobo y el cordero pastarán juntos

y la comida de ambos tendrá el mismo gusto a aurora.

 

Artículo 7

Por decreto irrevocable

queda establecido

el reinado permanente

de la justicia y de la claridad.

Y la alegría será una bandera generosa

para siempre enarbolada

en el alma del pueblo.

 

Artículo 8

Queda decretado que el mayor dolor

siempre fue y será siempre

no poder dar amor a quien se ama,

sabiendo que es el agua

quien da a la planta el milagro de la flor.

 

Artículo 9

Queda permitido que el pan de cada día

 tenga en el hombre la señal de su sudor.

Pero que sobre todo tenga siempre

el caliente sabor de la ternura.

 

Artículo 10

Queda permitido a cualquier persona,

a cualquier hora de la vida,

el uso del traje blanco.

 

Artículo 11

Queda decretado, por definición,

que el hombre es un animal que ama,

y que por eso es bello,

mucho más bello que la estrella de la mañana.

 

Artículo 12

Decrétase que nada estará obligado ni prohibido.

Todo será permitido.

Inclusive jugar con los rinocerontes

y caminar por las tardes

con una inmensa begonia en la solapa.

 

Parágrafo único:

Solo una cosa queda prohibida:

amar sin amor.

 

Artículo 13

Queda decretado que el dinero

no podrá nunca más comprar

el sol

de las mañanas venideras.

Expulsado del gran baúl del miedo,

el dinero se transformará en una espada fraternal,

para defender el derecho de cantar

y la fiesta del día que llegó.

 

Artículo final

Queda prohibido el uso de la palabra libertad,

la cual será suprimida de los diccionarios

y del pantano engañoso de las bocas.

A partir de este instante,

la libertad será algo vivo y transparente,

como un fuego o un río,

o como la semilla del trigo

y su morada será siempre

el corazón del hombre.

 

(Traducción de Pablo Neruda)

Santiago de Chile, 1964

***

Tomado de: “Aún es tiempo”. Fondo de Cultura Económica. Santiago de Chile, 1999.

LA VIDA VERDADERA

Aquí, pues, está mi vida,

lista para ser usada.

Vida que no se guarda,

ni se esquiva, asustada.

Vida siempre al servicio de la vida.

Para vivir lo que valga

pena y precio de amor.

 

Por más que el gesto me duela,

no encojo la mano: avanzo

llevando un ramo de sol.

Aunque cubierta de polvo,

aún en la noche más fría,

la vida que va conmigo

arde

siempre encendida.

 

Desciende de los barrancos

la forma dulce y violenta

de mi vida, ay, ese gusto

de agua negra cristalina.

 

La vida va por mi pecho

pero es ella quien me lleva:

tizón ardiente que vela

girasoles en lo oscuro.

 

Soporto un grito que crece

más y más en la garganta,

dejando su huella triste

en la verdad de mi canto.

 

Húmedo canto barroso

de niño del Amazonas

que vio la vida crecer

donde la tierra es más firme.

Que sabe prever la lluvia

por el temblor de las palmas

y descifrar los mensajes

que trae el viento en su ala;

mas que también sabe el tiempo

de las fiebres y del hambre.

 

En las aguas de mi infancia

Perdí el miedo al remolino.

Por eso avanzo cantando.

Estoy al centro del río,

en el medio de la plaza.

Tengo los pies en la tierra,

sé que estoy en mi lugar

como la olla en el fuego,

la estrella en la oscuridad.

 

¿Lo que ha pasado no cuenta?

las bocas indagarán.

Nunca deja de valer.

Lo que pasó no se enseña

con su miel y con su garra..

 

Por eso es que ahora voy así

por mi camino. Públicamente andando.

No, no es nuevo mi camino.

Lo nuevo que yo tengo

Es la manera de andar.

Aprendí

(lección del camino)

a recorrerlo cantando

como conviene

a mí

y a los que van conmigo.

Pues ya no camino solo.

 

Aquí tengo pues mi vida:

hecha a la imagen del niño

que sigue y sigue cruzando

por los campos generales

y que reparte su canto

como su abuelo

repartía el cacao

haciendo de la cosecha

la isla del Buen Socorro.

 

Hecha a la imagen del niño

pero semejante al hombre;

con todo lo que hay en él de primavera,

de valiente esperanza y rebeldía.

 

Vida, casa encantada,

vivo en ella, vive en mí.

Te quiero así verdadera,

oliendo a mango y jazmín.

Que sigas tu deslumbrada,

como ternura de niña

rodando por la campiña.

 

Vida, limpio mantel,

vida sobre la mesa,

Vida brasa vigilante,

vida piedra y espuma,

trampa urdida de amapolas,

sol dentro del mar,

estiércol, rosa del amor:

la vida.

 

Pero hay que merecerla.

 

 (Traducción de Enrique Lihn)

Santiago de Chile, 1963

***

Tomado de: “Aún es tiempo”. Fondo de Cultura Económica. Santiago de Chile, 1999.

AÚN ES TIEMPO

Escribo esta canción porque es preciso.

Si no la escribo, falto al pacto

que tengo abiertamente con la vida.

Es necesario hacer alguna cosa

para ayudar al hombre.

Pero ahora.

 

Cada vez más aislado y más feroz,

la ternura extraviada en sí misma,

el hombre está perdido en su camino.

Es necesario hacer alguna cosa

para ayudarlo. Aún es tiempo.

 

Es tiempo.

A pesar del propio hombre, aún es tiempo.

A pesar de esa costra que cultivas

con amianto y con miedo, aún es tiempo.

A pesar de la cuota delicada

de toneladas ciegas y perfectas

de TNT planeando sobre el centro

de cada corazón –aún es tiempo.

 

En Brasil, en Angola, en Alemania,

en la calle más triste de Bolivia.

 

en ese polvo que tu sombra empaña,

en la puerta cerrada, en el mar alto,

en el lejano Oriente y el Cercano,

en la nueva alborada lusitana

y en la avenida más iluminada

de New York. En el Cuzco desolado,

la central atómica y atónita,

en la nave espacial y en tu covacha,

es preciso ayudarlo.

 

En las esquinas

donde el amor en público se pierde,

en las canciones rotas en el sótano,

en las frases escritas en acrílico,

cuando haces el amor para ti mismo.

 

En la selva amazónica, en la orilla

del Sena, en los dos lados de este muro

que corta la esperanza en la ciudad

donde encontré el amor

el hombre está

quedando seco como un sapo seco

y hasta su casa ya se transformó

en apenas local de su refugio.

En la Alameda de Bernardo O’Higgins

y en la sangre chilena que escurría

de los cuerpos de obreros fusilados,

llevados a la fosa en los camiones

por la ferocidad que en los domingos

se sabe arrodillar a cantar salmos.

En la tierra marcada como un buey

por la brasa voraz del latifundio.

Detrás de la sonrisa que disfraza

las amarguras de tu indiferencia,

en la dorada y mágica electrónica,

el milagro del fuego en los altos hornos,

el desamor de manos –de tus manos–,

el diario engaño, pan de cada noche,

el hombre ahora está, el hombre autómata,

siervo enfermizo de su propio mundo,

como criatura ciega, sola, herida,

en plena muchedumbre.

 

Aún es tiempo.

Sé por qué canto: si escarbas el fondo

del pozo antiguo de tus esperanzas,

hallarás restos de agua que se pudre.

Es necesario hacer alguna cosa,

librarnos de esa seducción voraz

del engranaje organizado y frío

que nos devora a todos la ternura,

la alegría de dar y recibir,

el gusto de ser gente y de vivir.

 

Tenemos que ayudarnos.

Pero antes, para poder hacerlo necesario,

necesito ayudarme, ahora mismo,

a ser capaz de amor, de ser un hombre.

Yo que también me sé solo y herido,

pero conozco el animal sonoro,

que profundo y feroz reina en mi pecho.

 

(Traducción de David Chericián)

Alemania, Mainz, 1974

***

Tomado de: “Aún es tiempo”. Fondo de Cultura Económica. Santiago de Chile, 1999.

NOTICIA DE LA MAÑANA

Yo sé que todos la vieron

y jamás la olvidarán.

Pero es posible que alguno,

denso de noche, estuviese

profundamente dormido.

Y a los dormidos – también

a los que estaban muy lejos

y no pudieron llegar,

a los que estando muy cerca

permanecieron sin verla,

al moribundo en su catre

y al ciego de corazón –

a todos los que no la vieron

describiré esta mañana

–mañana, cielo vertido,

cristal de la claridad–

reinando de este a oeste,

de monte a mar– en la urbe.

Pues dentro de esta mañana

voy caminando. Y me voy

tan gozoso como un niño

que me lleva de la mano.

No tengo ni trazo rumbo:

me da el rumbo la mañana,

soy llevado por el niño

(él conoce los caminos,

los mundos, mejor que yo).

Amorosa y transparente

es la sagrada mañana

que el cielo entero derrama

sobre las casas, los campos,

sobre los hombres y el mar.

Y su dulce claridad

ya se espació mansamente

sobre todos los dolores.

Lavó la ciudad. Ahora

va lavando corazones

(no el del niño, sino el mío

lleno aún de oscuridad).

Mañana tan verdadera

que ha llamado otras mañanas

siempre radiantes que existen

(que a veces despuntan tarde

O no despuntan jamás)

dentro del hombre y las cosas:

en los cordeles con ropa,

en los navíos que llegan,

en la torre de la iglesia,

en el pregón de los pescadores,

en la sierra circular de los obreros,

en los ojos tan bellos de la niña que pasa.

 

La mañana está en el suelo, en las palmeras,

está en los muertos suburbanos,

está en las avenidas centrales,

está en las terrazas de los rascacielos.

(Hay mucha mañana en el niño,

mucha, y hay un poco en mí).

 

La belleza mensajera

de esta radiante mañana

no se resguardó en el cielo

ni se paró en el espacio,

hecha de sol y de viento

sobrepasó la ciudad.

No: la mañana se dio al pueblo.

 

La mañana es general.

 

Y de pronto la mañana

–mañana, cielo vertido,

de claridad, claridad–

fue cambiando de ciudad

en plaza , en inmensa plaza,

dentro de la plaza del pueblo,

el pueblo entero cantando

y adentro del pueblo el niño

que me lleva de la mano.

 

(Traducción de Pablo Neruda) 

***

Tomado de: “Aún es tiempo”. Fondo de Cultura Económica. Santiago de Chile, 1999.

 

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