Por Luz Helena Cordero Villamizar

El poder creador y transformador de la palabra poética no finaliza en el texto escrito. En el proceso creativo participan también los lectores. Quien lee sufre una transformación que puede proyectar en su mundo interior y en el mundo que le rodea. Históricamente la literatura ha sido un motor de los hechos humanos. Paul Ricoeur en su obra Tiempo y narración se refiere a la fenomenología de la lectura y al aspecto inacabado del texto literario: “el acto de lectura es dialéctico y el trabajo de lectura es como el trabajo del sueño”. Mientras que el poeta teje el pensamiento, el sentimiento, una acción o una reflexión, valiéndose del lenguaje hecho poema, este cobra vida y sentidos que crecen y se multiplican en la conciencia colectiva, a medida que se propaga a través de los lectores. Estos son, a un tiempo, receptores, transformadores, contradictores o reproductores de una palabra que se amplifica y trasciende hacia el pasado, el presente y el futuro. 

El poema da en el blanco, simbolizado por el sentir y el pensar que subyacen a toda acción. El poeta lanza sus caballos desbocados y estos ya no le pertenecen. La poesía llega a convertirse en la voz de otros hombres y mujeres que, sin advertirlo, han participado en su creación, pues eso que contienen las palabras escritas es materia viva, materia de humanidad. La voz del poeta es polifónica porque a través de ella no sólo nos habla el que escribe; nos habla el mundo en el que el poeta está inmerso, que es una cascada de voces, silencios, escenarios y tiempos, formas diversas de lo humano que dialogan con nuestro ser, buscando un sitio para anidar. Los lectores completan el trabajo de la palabra, haciendo que el canto ascienda más profundo, de modo que el poeta no se quede solo con sus versos y pueda tener lugar la poesía, como lo dice Alberti: “Cantad alto. Oiréis que oyen otros oídos./ Mirad alto. Veréis que miran otros ojos./ Latid alto. Sabréis que palpita otra sangre”.

***

Fotografía sin título de la serie “Prayer” del artista iraní Hamed Rasti. Enero de 2015. En: 500px.com

Nahid Kabiri (Kermanshah, Irán, 1948)

Breyten Breytenbach (Bonnievale, Sudáfrica, 1939)

Los poemas de Nahid Kabiri tocan temas universales como el amor, los conflictos sociales, la guerra, desde una sensibilidad herida por un medio hostil a la libertad de las mujeres. La poeta está inmersa en una sociedad que separa de manera tajante los roles entre los géneros y coarta la comunicación. A ella le interesa que su poesía trascienda la interioridad para que otros seres humanos la hagan suya, tiene sed de contacto, necesidad de ser escuchada y en su país no le está permitida tal autonomía. En sus versos están las voces de otras mujeres iraníes a quienes les está vedada la posibilidad de expresar públicamente sus ideas o sentimientos, pero también consigue que en cualquier parte del planeta otras mujeres se sientan aludidas y partícipes de ese mundo revelado por sus palabras.

Cuando Nahid declama sus versos levanta los brazos como si volara, sus manos parecen danzar acompañando las palabras, su voz es musical y el tono que usa transmite la sensación de que está hablando en plural o propagando un eco que viene de atrás, de muchos siglos de silencio. La versión en español de sus poemas (traducidos del inglés y a su vez vertidos del persa) ha perdido la música. Debemos conformarnos con lo poco que queda de su melodía a cambio de conocer qué canta, qué mira, qué sentimiento hay en esta poesía procedente de la lejana Persia. En ella se esparce un mundo de olores, imágenes, lamentos, códigos y deseos. El mismo mundo en que las mujeres bajan la mirada para que sus guardianes no descubran las gotas de rocío que ha dejado la mañana en sus ojos, las aves que anidan en sus ropajes, el azafrán de su piel como un camino oculto por donde transita el amor. La poesía es su libertad, su religión, su Amén desgarrador.

EL CALABOZO

Con ardor apasionado imploro

la traducción del extraño silencio

y desde atrás de la empalizada

mi angustia te busca

 

¡No estás ahí!

El guardia sopla su silbato

¡se acabó el tiempo!

¡No me deja verte

aunque sea por un momento!

La niebla espesa se desliza montaña abajo,

abajo, abajo,

fiel retrato del frío sentimiento de la soledad,

se desliza debajo de los techos

de esas casas de formas extravagantes

para unirse con la masa húmeda y fría de aire

y a medida que la oscuridad se cierne,

se deshace gota a gota

sobre la desesperanza del suelo;

sobre la senda que lleva de vuelta a casa –

la cual no puedo ya reconocer –

en los charcos aquí y allá

y golpea el poste de madera roto

¡de la mano de la oscuridad!…

 

Silenciosa

y ahogada en lágrimas,

paso por el barro de calles serpenteantes

y en el silencio crece,

bajo el tejido de mi blusa negra,

mojada en sudor,

una rabia ruin

¡con la temperatura suficiente para convertirse en venganza sangrienta!

***

Traducción de Ricardo Gómez a partir de la versión al inglés de Kambiz Parsai. Festival Internacional de Poesía de Medellín

PETICIÓN AUTORIZADA

¿Me permite usted, señor?

¿Puedo abrir las ventanas de mi corazón

a las envolventes tentaciones de la luz?

¿Y aunque sea desde la distancia,

mirar las bellezas de la vida?

 

¿Me permite usted, señor?

¿Me permite ser yo misma – una mujer…

de entre todos los trescientos sesenta y cinco días del año,

por sólo uno, liberarme

de sus órdenes y prohibiciones?

 

¿Me permite usted, señor?

¿Me permite tomarme la libertad natural

de recostarme sobre la hierba verde

y siendo aún más generosa que el sol

dar al suelo expectante

la tibieza de mi cuerpo y alma?

¿O, en los cultivos a lo lejos,

posarme sobre un árbol solitario

para cantar en el campo

buscando la comunión con los pájaros

y la armonía con los ríos,

en los cuales nadan extáticos cardúmenes de peces

y, en recuerdo

de todos mis susurros de amor a la lluvia,

rendirme a una libertad por mucho tiempo ansiada?

 

¿Me permite usted, señor?

¿Me permite tan sólo por un rato en su sociedad impuesta

ser eximida de las molestias de los

“¡Detente!”s

“¡No hagas!”

“¡No!”s

y “¡Nunca!”s?

¿Me es permitido, si usted cortésmente me concede el derecho,

soñar con el amor?

¿Y, fascinada por los audaces versos del amotinamiento,

el encanto envolvente de un beso,

y el cautivador brillo de la libertad,

evadirme

de la severidad de los oficios domésticos,

impuestos exclusivamente a la mujer?

 

¿Me lo permite, señor?

¿Me permite por unos momentos de alivio, dejar

la aguja y el hilo,

la ropa y la plancha,

la tetera y la estufa,

y bajo los cielos infinitos del romance,

fusionar mi ser

con esos adorables momentos de sentido común e inteligencia,

que su “CÓDIGO” me ha negado siempre?

 

¿Me lo permite, señor?

¿Me lo permite, señor?

¿Me permite saludar algún día a un vecino?

¿O tejer una bufanda para algún transeúnte

con los hilos de mis lágrimas no derramadas?

¿Y puedo emigrar sin un “permiso”

al altar de rosas

allá a lo lejos – en los fragantes campos de la primavera?

 

¿Me lo permite, señor?

¿Me lo permite?

¿Me permite luego burlarme de cualquier cosa de acá?

 

Sí, burlarme, ¡señor!

Y decírselo en su cara:

su “Yasa”(1) es una vergüenza

y la justicia en la que usted cree,

es, de hecho, una desgracia

 

(1) del T. Antiguo código mongol del Gengis Kan que trataba no sólo el comportamiento sancionable y los correspondientes castigos, sino también las reglas de procedimiento, los límites jurisdiccionales y los derechos de propiedad del imperio.

***

Traducción de Ricardo Gómez a partir de la versión al inglés de Kambiz Parsai. Festival Internacional de Poesía de Medellín.

REFUGIADO

Bajo grandes sombrillas coloridas

en el mercado,

los vendedores han puesto en venta

hogazas frescas de pan y variedades de aceitunas –

al igual que de muchos placeres de la vida –

¡resplandecientes,

como húmedamente besadas por la lluvia!

¡El seductor llamado de las olas del mar

se agrega al gozo

que palpita en el aire!

 

¡Las canciones alegres de un guitarrista errabundo

enrojecen aún más

los ya sonrojados rostros del rábano de primavera –

apretujándose tímidamente en racimos –

y tientan a las verdes hojas frescas de menta

a recostarse aún más cerca de las cebollas juncas

con apego afectuoso!

 

Compro algunas hojas dulces de albahaca

que me recuerdan

a mi pequeño jardín, en casa –

¡quemado y desolado ahora!

Mis preocupaciones, tanto las grandes como las pequeñas,

salen deslizándose de mi bolsillo una a una,

cayendo sobre el suelo empedrado

¡y yo con la suela de mis baratos zapatos artesanales

mojada y lisa!

 

Llueve desde la mañana

hasta este momento de una apacible tarde

llena de alegres canciones de todo tipo

y los grifos no se cerrarán

hasta que la Calle Mediterráneo esté bien limpia

palabra a palabra…

y antes de elogiar

a la vanguardia de la cosecha de verduras…

¡debo tomar una decisión!

 

También compro dos manzanas rojas,

dos pares de aretes

y un pescado

la vendedora se ha recogido su largo cabello blanco

en un moño detrás de su nuca.

¡cómo un gran tomate maduro!

Me sonríe

y yo le devuelvo la sonrisa…

 

Mientras tanto,

llevada por el olor arrebatador de sus peras frescas,

rasgo una a una

las hojas de mi pasaporte…

 

Mañana,

compraré manzanas, aretes y pescado

con un nuevo nombre

¡otra identidad!

 

Y mi ociosidad

ya no tiene el olor de la ansiedad

sino el de una sensación de añoranza por mi hogar

¡consolada por el olor dulce y fresco

de las vivas huertas de naranja agria!

***

Traducción de Ricardo Gómez a partir de la versión al inglés de Kambiz Parsai. Festival Internacional de Poesía de Medellín.

La cárcel, la tortura, la dictadura, la discriminación racial, el conflicto político, la injusticia, la violencia, son temas vivos y móviles en los poemas de Breyten Breytenbach, logrando hacernos sentir implicados en su realidad vivida y posesos del encantamiento de la palabra impetuosa, bella y pletórica de humanidad. Los condenados a muerte se elevan en un canto que los convierte en sustancia dolorosa y eterna. El poeta asciende con ellos al infierno y retorna para seguir celebrando la vida en la respiración de la rata. Al poeta le correspondió vivir los años más duros del apartheid impuesto por la minoría blanca para mantener su poder y fue un activista en la lucha contra estas leyes segregacionistas.

El rostro de Breyten Breytenbach encierra una sonrisa contenida, una mirada apacible, atenta, un silencio a punto de estallar. Lee sus poemas en inglés usando un tono sosegado, limpio, dulce pero enérgico. Es de aquellos poetas que cuando abren la boca despliegan un mundo, crean versos como si fundaran ciudades o como si cargaran rostros, noches, tiempo, en esos barcos que siempre están viajando entre el cielo y el infierno. Es de esos poetas pausados, contundentes.

Sus palabras contienen toda la sal, todo el aliento de quien ha roto las fronteras, del que ha perdido los límites entre la vida y la muerte; sus versos unas veces se desgranan, se deslizan con dulzura, otras se precipitan, caen como el mensaje susurrado de una ametralladora en las orejas de los sordos. El amor puede ser tinta o sangre en el cuerpo y el alma de esta poesía escrita con la médula de un hombre que abre las puertas de las celdas con el vuelo de una mosca, que alimenta a los insectos con declaraciones confesadas y alimenta con sus palabras a los seres humanos que viven acurrucados y encarcelados en su cuerpo.

CANCIÓN REBELDE

dame una pluma

para poder cantar

que la vida no es en vano

 

dame una estación

un otoño una primavera

para ver el cielo con los ojos bien abiertos

cuando el durazno vomite su blanca plenitud

una tiranía será derribada

 

que las madres se lamenten

que los pechos se sequen

y las entrañas se marchiten

cuando el cadalso por fin se separe

 

dame ese amor

que no se pudrirá entre los dedos,

dame un amor como este amor que debo darte

paloma mía

 

concédeme un corazón

que haga vibrar su latido

más fuerte que el blanco corazón trepidante

de una paloma aterrorizada en la oscuridad

golpeando más fuerte que las balas amargas

 

dame un corazón

pequeña fuente de sangre

que haga brotar capullos de alegría

porque la sangre nunca es en balde

 

tengo que morir antes de estar muerto

cuando mi corazón aún sea fértil y rojo

antes de comer la tierra oscurecida de la duda

 

dame dos labios

y tinta brillante en vez de lengua

para escribirle a la tierra

una vasta carta de amor

inflada por la leche de la piedad

 

día tras días más dulce

derramando toda la amargura

quemando como el verano

quema con más suavidad

 

que sea entonces verano

sin vendas en los ojos o cuervos

permite que el cadalso le de al durazno

su fruta roja de satisfacción

 

y concédeme una canción de amor

de palomas de expiación

y así poder cantar que mi vida no fue en vano

 

pues al morir

ante los ojos bien abiertos

bajo el cielo

mi roja canción no mentirá

mi roja canción nunca morirá.

***

Traducción de Nicolás Suescún. Festival Internacional de Poesía de Medellín.

TU CARTA

tu carta es más larga y más ligera

que el pensamiento de una flor cuando el sueño

es un jardín

 

a medida que tu carta se abre

hay un despliegue del cielo, palabra de afuera,

vastos espacios

 

dormí en verdes praderas

me tendí en la cima del valle de la sombra de la muerte

durante la última guardia de la noche

escuchando a los condenados a muerte

siendo llevados por túneles bajo la tierra,

 

cómo cantan

con el aliento en sus labios

por ser residentes del punto de partida

una ciudad en llamas, cómo cantan,

sus alientos como grilletes,

 

cómo cantan—

los que están a punto de saltar de la luz a la oscuridad,

los que serán enviados sin destino—

el terror me llena ante la profanación

 

la mesa ante mí en presencia de mis enemigos

está vacía, y tengo cenizas en la cabeza,

mi copa está vacía

 

y yo huí hasta tu carta para leer sobre

el naranjo adornado con flores blancas

abriéndose bajo el sol,

 

yo pude olerlo en el balcón—

yo puedo olerte

más bella y ligera que el pensamiento de una flor

en esta noche sombría

 

yo estaré suspendido del cielo de tus palabras—

concédeme que pueda vivir en tu carta

todos los días de mi vida

 

envoi

tu palabra es maravillosa, más larga y más ligera

que el pensamiento de una flor cuando el sueño

es la tierra de un jardín—

 

a medida que tu carta se abre

hay un despliegue del cielo, palabra de afuera,

memoria

***

Traducción de Nicolás Suescún. Festival Internacional de Poesía de Medellín.

EL ASILO

                                                            para el “C”

 

1.

primero los más cercanos te abrieron huecos

y después la astuta araña nocturna

la que espera en todos los rincones de todos los cuartos

se desangró por estas puertas rojas del amanecer

y el rastro de la reluciente telaraña obstruyó tus venas,

la sangre se filtra para siempre en la tierra,

el cuerpo deshecho está tendido, obscenamente

violado, en un pesebre, en un establo

los labios lívidos —¿diciendo burlones un último “adiós”?

los dientes son una puerta pisoteada

una pared derruida

los ojos están abiertos pero no hay nada qué ver

pequeñas garitas de un reino despoblado

dos abejas petrificadas en la miel y en la luz

el aliento se estremece por allá lejos entre los pájaros en los árboles

y el cadáver ya está embalsamado

con el perfume erótico de la putrefacción

 

tú serás una telaraña de huesos deslumbrantes…

 

ven, cierra de nuevo los orificios

restringe por favor el aliento de este cuerpo

y devana un velo ante nuestros ojos

para que nunca podamos ver cómo muere el héroe

cómo los mortales contemplan los secretos de su cadáver

 

2.

el viaje en la tierra de los solitarios

es un camino sin posadas a través de una tierra sin fronteras

a lo largo de un mar sin costas

sólo con el amor como una antorcha

en la tierra de los ciegos todos los colores son fantásticos

cada sonido atestigua

el lenguaje plateado de los mudos

con sólo el amor como oscuridad

 

con sólo el amor como una torre de vigilancia contra incendios

una barrera contra el mar

de notas en una garganta donde la espuma

debe abrirse

como el mensaje susurrado de una ametralladora

tartamudeado en código por el mudo

en las orejas de los sordos

quién puede escribirlo para el ciego

con sólo el amor como tinta

 

porque la ametralladora exhala el secreto

para revelar todos los secretos

la ametralladora ilumina el camino

y lava tus pies

y te coloca ante el pan y el vino

para que puedas volver a casa

con sólo el amor como cuerpo de tu muerte.

***

Traducción de Nicolás Suescún. Festival Internacional de Poesía de Medellín.