Por Luz Helena Cordero Villamizar
Vuelvo a la sugerente idea de Octavio Paz sobre la poesía como “erotización del lenguaje”. Se trata de la seducción por la palabra, de la sublimación mediante las metáforas, del juego verbal, de la exquisita provocación. En los versos se teje un delicado entramado, hay un toque sutil, una línea de fuga que parece escapar de la página o que penetra al centro de lo sensible, que no sensiblero. El poema conlleva una fecundidad de nuevos significados. Fray Luis de León dice que la poesía “saca a la luz la preñez de sentidos”. Para el poeta José Ángel Valente “Poesía y eros pertenecen al reino de las metamorfosis, de la infinidad del deseo” y escribir es un acto erótico y al tiempo religioso. Según Paz, este erotismo que despliega la palabra poética ha hecho que las iglesias hayan visto con recelo a los poetas místicos.
En la poesía de los místicos hay una deliciosa mezcla entre el amor celestial y el amor terreno. ¿De qué lado está el amor?, ¿del lado de la poética del cuerpo o de la orilla erótica del lenguaje?, ¿acaso no se alimenta de este doble vuelo? La idea del «alma» es un puente de niebla que conecta el cuerpo al amor y a la poesía. Para Paz esta es la gran paradoja que rompe con el platonismo y con el cristianismo: “El amante ama al cuerpo como si fuese alma y al alma como si fuese cuerpo… Y amamos con el cuerpo y con el alma, en cuerpo y alma”. Así también la sustancia poética logra que la corporeidad trascienda la materia, como en ese “Amor constante más allá de la muerte” de Francisco de Quevedo en el que la ceniza no es la destrucción del amor: serán ceniza / más tendrá sentido;/ polvo serán, mas polvo enamorado.
Entre los poetas místicos cristianos y sus precursores musulmanes y sufíes se han encontrado símbolos comunes, entre los que están el vino como éxtasis místico, “la noche oscura del alma” que se vive con angustia, la iluminación interior representada por la llama o el fuego, el agua como fuente interior del alma en la que se refleja Dios o la fe, el ascenso al monte místico, el pájaro y el jardín, el árbol místico, el combate espiritual contra el mal. En estas representaciones poéticas hay mezclas entre lo corpóreo y lo sublime, se alude a la unidad más que a la dualidad, pues se asciende al éxtasis mediante la carne. No hay oposición, hay continuidad entre lo sacro y lo profano, así como entre lo erótico, lo religioso y lo poético.
***
La ilustración es un fragmento de la acuarela del escocés William Russell Flint, referencia directa al libro bíblico del “Shir Hashirim”, más conocido como “El Cantar de los Cantares”, o literalmente “El Mejor Cántico” o “El Cántico Sublime”, atribuido al sabio rey Salomón (siglo X a.C.)

Fray Luis de León (Belmonte, 1527 – Madrigal de las Altas Torres, 1591)

San Juan de la Cruz (Fontiveros, 1542 – Úbeda, 1591)

Francisca Josefa del Castillo (Tunja, 1671 – 1742)

Rumi (Balj Afganistán, 1207- 1273)
Fray Luis de León, monje agustino, teólogo, astrónomo, prosista y poeta, profesor de Sagrada Escritura en Salamanca. Conocedor del hebreo y el griego, tradujo al latín textos de la Biblia y esto lo puso en la mira de La Inquisición, pues además fue crítico de la versión oficial de los textos sagrados. Su traducción, tanto en verso como en prosa, de El cantar de los cantares de Salomón, al que caracterizó como un diálogo de amor humano, constituyó parte del expediente que sirvió para acusarlo. Se cuenta que tenía un saber enciclopédico, que era un defensor de la universidad y es célebre aquella frase que dijo cuando regresó a sus clases, después de pasar casi cinco años preso: «Decíamos ayer…».
Su obra poética al parecer fue alterada y varios de los escritos que se le atribuyeron no corresponden a su estilo depurado. La primera edición de sus poemas fue hecha hasta 1631 por Francisco de Quevedo, pero varios estudiosos coinciden en que dicha edición estaba plagada de errores, fue muy poco selectiva y contenía textos apócrifos.
La versión de fray Luis de León de El cantar de los cantares es uno de los textos más eróticos, bellos, e imprescindibles. Los manuscritos fueron rescatados a comienzos del siglo XIX por un cura agustino de apellido Del Corral, quien aprovechando un incendio en las casas inquisitoriales de Valladolid, sustrajo furtivamente del archivo de La Inquisición el proceso contra Fray Luis. Allí estaba el manuscrito autógrafo de la mencionada traducción. La versión que aquí se presenta bajo el nombre “Los cantares de Salomón en octava rima” proviene de tal fuente.
Las alusiones al cuerpo de los amantes en los cantares de Salomón han tenido múltiples lecturas. Sobre esto dice José Ángel Valente: “Si la Iglesia quiere leer el Cantar de los cantares como una alegoría de las nupcias entre Cristo y la Iglesia, eso es cosa suya, pero para mí se trata ya de una segunda lectura. La lectura primaria me sitúa ante un lenguaje, el del eros, que es el único posible y en el que, insisto, no puedo llevar a cabo la distinción entre sacro y profano, porque no considero que la experiencia sexual excluya la experiencia de lo divino”.
LOS CANTARES DE SALOMÓN EN OCTAVA RIMA (CAPÍTULO IV)
ESPOSO
¡Oh cómo eres hermosa, dulce amada!
Y tus ojos tan bellos y graciosos,
como de una paloma muy preciada,
entre esos tus copetes tan hermosos.
Tu cabello parece una manada
de cabras y cabritos, que gozosos
del monte Galaad vienen bajando,
el pelo todo liso y relumbrando.
Los tus hermosos dientes parecían
un rebaño de ovejas muy preciado,
las cuales de bañarse ya venían
del río, el vellón viejo trasquilado;
tan blancas, tan parejas, qual se vían
paciendo por el campo y por el prado.
Estéril entre todas no la había,
dos cordericos cada cual traía.
Hilo de carmesí bello, y polido
son tus labios; y tu hablar gracioso.
Tus mejillas a mí me han parecido
un casco de granada muy hermoso:
y aquese blanco cuello, liso, erguido,
castillo de David fuerte y vistoso:
mil escudos en él están colgados,
las armas de los fuertes y estimados.
Los tus pechos dos blancos cabritillos
parecen, y mellizos, que paciendo
están entre violetas ternecillos,
en medio de las flores rebullendo.
Mientras las sombras de aquellos cerrillos
huyen, y el día viene reluciendo,
voy al Monte de Mirra y al Collado
del incienso a cogerle muy preciado.
Del todo eres hermosa, amiga mía,
no tiene falta alguna tu hermosura:
del Líbano desciende, mi alegría,
y vente para mí; y esa espesura
de Hermón y de Amaná, que te tenía,
de jayla de seguir, que es muy escura,
donde se crían onzas y leones
en las escuras cuevas y rincones.
¡El corazón, Esposa, me has robado
en una sola vez que me miraste;
con el sartal del cuello le has atado;
cuán dulce es el amor, con que me amaste!
Más sabroso es que el vino muy preciado.
¡Oh cuán suave olor, que derramaste!
Panal están tus labios destilando,
y en leche y miel tu lengua está nadando.
Tu vestido y arreo tan preciado
en su olor al del Líbano parece.
Eres un huerto hermoso y bien cercado,
que ninguno le daña ni le empece;
fuente sellada, que el que la ha gustado,
en el tu dulce amor luego enternece;
jardín todo plantado de granados
de juncia, mirra y nardos muy preciados.
Donde también el azafrán se cría,
canela y cinamomo muy gracioso,
y toda suavidad de especería;
linálöe con todo lo oloroso.
Fuente eres de los huertos, alma mía,
pozo de vivas aguas muy sabroso,
que del Líbano bajan sosegadas,
y en este pozo están muy reposadas.
Sus, vuela, cierzo; ea, no parezcas,
por mi hermoso huerto, que he temor,
que con tu dura fuerza me le empezcas,
dañándome mis frutos y mi flor.
Ven, ábrego, que ablandes y enternezcas
mis plantas, y derrames el su olor.
ESPOSA
Venga al su huerto y coja sus manzanas,
mi amado, y comerá las muy tempranas.
***
Tomado de: “Fray Luis de León. Poesías”. Edición del Padre Ángel Custodio Vega, O.S.A. Editorial Planeta, Barcelona, 1970.
LOS CANTARES DE SALOMÓN EN OCTAVA RIMA (CAPÍTULO V)
ESPOSO
Vine yo ya al mi huerto, hermana Esposa,
y ya cogí mi mirra y mis olores;
comí el panal, y la mi miel sabrosa,
bebí mi vino y leche y mis licores.
Venid, mis compañeros, que no es cosa
que dejéis de gustar tales dulzores.
Bebed hasta embriagaros, que es süave
mi vino; que al que más bebe, más sabe.
ESPOSA
Yo duermo, al parecer, muy sin cuidado,
mas el mi corazón está velando.
La voz de mi querido me ha llamado.
ESPOSO
«Ábreme, amiga mía, que esperando
está a la su paloma éste tu amado:
Ábreme, que está el cielo lloviznando.
Mi cabello y cabeza está mojada
de gotas de la noche, y rociada.»
ESPOSA
Todas mis vestiduras me he quitado,
¿Cómo me vestiré, que temo el frío?
Y habiéndome también los pies lavado,
¿cómo me ensuciaré yo, amado mío?
Con su mano mi Esposo había probado
abrirme la mi puerta con gran brío;
por entre los resquicios la ha metido,
y en mí el mi corazón se ha estremecido.
Levantéme yo a abrirle muy ligera,
de mis manos la mirra destilaba;
la mirra, que de mis manos cayera,
mojó la cerradura y el aldaba:
abríle; mas mi Amor ya ido era:
que el alma, cuando abría, me lo daba.
Busquéle, mas hallarle no he podido;
llaméle, mas jamás me ha sorprendido.
Halláronme las guardas, que en lo escuro
de la noche velaban con cuidado.
Hiriéronme también las que en el muro
velaban, y aun el manto me han quitado.
¡Oh, hijas de Sión, que aquí os conjuro,
digáis, si acaso viéredes mi amado,
cuán enferma me tienen sus amores,
cuán triste y cuán amarga, y con dolores.
COMPAÑERAS
¿Qué tal es ése, que tú tanto amaste,
oh hermosa sobre todas las mujeres,
aquél por quien ansí nos conjuraste?
Dinos las señas de él, si las supieres;
que aquel que con tal pena tu buscaste,
hermoso debe ser, pues tú le quieres.
ESPOSA
Mi amado es blanco, hermoso y colorado:
bandera entre millares ha llevado.
La su cabeza, de oro es acendrado;
son crespos y muy negros sus cabellos;
los ojos de paloma ha mi amado,
grandes, claros, graciosos y muy bellos;
de paloma que en leche se ha bañado;
tan lindos, que basta a herir con ellos;
en lo lleno del rostro están fijados:
del todo son hermosos y acabados.
Son como eras de plantas olorosas
de confección süave sus mejillas;
sus labios son violetas muy hermosas,
que estilan mirra y otras maravillas;
rollos de oro con tarsis muy preciosas
sus manos, cuando él quiere descubrillas;
su vientre blanco, de marfil labrado,
de zafiros muy ricos adornado.
Columnas son de mármol bien fundadas
en basas de oro fino muy polido
sus piernas, fuertes, recias y agraciadas;
y el su semblante grave y muy erguido,
como plantas de cedro, que plantadas
en el Líbano están, me ha parecido;
su paladar manando está dulzura,
y todo él es deseos y hermosura.
Tal es él mi querido, tal mi amado;
tales son sus riquezas, sus haberes:
por este tal os he yo conjurado,
porque en él sólo están los mis placeres.
COMPAÑERAS
¿Do fue ese amado tuyo tan preciado,
oh hermosa sobre todas las mujeres?
¿dinos do fue? que todas nos iremos
juntas contigo, y te le buscaremos.
***
Tomado de: “Fray Luis de León. Poesías”. Edición del Padre Ángel Custodio Vega, O.S.A. Editorial Planeta, Barcelona, 1970.
LOS CANTARES DE SALOMÓN EN OCTAVA RIMA (CAPÍTULO VII)
COMPAÑERAS
de manos de maestro bien labrado;
tu ombligo es una taza circular,
llena de un licor dulce muy preciado;
montón de trigo es tu vientre hermoso,
cercado de violetas, y oloroso.
Tus pechos, en belleza y en ternura,
dos cabritos mellizos y graciosos;
y torre de marfil de gran blancura
tu cuello; y los tus ojos muy hermosos,
estanques de Hesebón de agua muy pura,
que en puerta Batrabim están vistosos;
tu nariz una torre preciada
del Líbano a Damasco está encarada.
Tu cabeza al Carmelo levantado
sobre todos los montes parecía;
y el tu cabello rojo y encrespado,
color de fina púrpura tenía.
El Rey en sus regueras está atado,
que desasirse de ellas no podía.
¡Oh cuán hermosa eres y agraciada,
amiga, y en deleites muy preciada!
Una muy bella palma, y muy crecida,
parece tu presencia tan preciada;
de unos racimos dulces muy ceñida,
que son tus lindos pechos, desposada.
Dije: «yo subiré en la palma erguida,
asiré los racimos de la amada»:
racimos de la vid dulces y hermosos
serán tus pechos lindos y graciosos.
Un olor de manzanas parecía
el huelgo de tu boca tan graciosa,
y como suave vino bien olía.
Tu lindo paladar, oh linda Esposa,
cual vino que al amado bien sabía
y a las derechas era dulce cosa;
que despierta los labios ya caídos,
y gobierna la lengua y los sentidos.
ESPOSA
Yo soy enteramente de mi Esposo,
y él en mí sus deseos ha empleado.
Ven, pues, amado dulce y muy gracioso;
salgamos por el campo y por el prado,
moremos en las granjas, que es sabroso
lugar para gozar muy sin cuidado;
muy de mañana nos levantaremos,
y juntos por las viñas nos iremos.
Veremos, si la vid ya florecía
y el granado nos muestra ya sus flores,
si el dulce fruto ya se descubría.
Allí te daré yo los mis amores,
la mandrágora allí su olor envía,
y allí las frutas tienen sus dulzores:
que yo todas las frutas, dulce amado,
dentro en mi casa te las he guardado.
***
Tomado de: “Fray Luis de León. Poesías”. Edición del Padre Ángel Custodio Vega, O.S.A. Editorial Planeta, Barcelona, 1970.
San Juan de la Cruz o Juan de Yepes Álvarez, además de ser un fraile carmelita descalzo reformador, como Santa Teresa de Jesús, es considerado el patrono de los poetas en lengua castellana.
En su filosofía concibe a los seres humanos como una dualidad compuesta por una parte sensitiva, representada por el cuerpo y todos los órganos de los sentidos “externos”, así como los sentidos “internos” (las pasiones y los instintos), y una parte espiritual, el alma, en la que ubica también el entendimiento, la memoria y la voluntad. Estas dos partes están en comunicación permanente, son una unidad, y en su poesía hay un diálogo permanente entre la carne y el alma, lo que lleva a una analogía entre la unión mística y el acto amoroso.
Se ha dicho que en el “Cántico espiritual” se busca la plenitud existencial en la unión del alma con Dios y que cada uno de los órganos corporales que se mencionan tienen un significado espiritual. Más allá de esta interpretación mística lo que nos convoca es la belleza y la riqueza de las imágenes que se desbordan de sensualidad y erotismo. José Ángel Valente dice que el Cántico “está hecho de súbitas desapariciones y de repentinos encuentros: teoría de la presencia-ausencia… desencadena así la dinámica de los comienzos reiterados que es la dinámica de la infinitud del deseo”.
CANCIONES ENTRE EL ALMA Y EL ESPOSO
ESPOSA
¿Adónde te escondiste,
amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste,
habiéndome herido;
salí tras ti, clamando, y eras ido.
Pastores, los que fuerdes
allá, por las majadas, al otero,
si por ventura vierdes
aquél que yo más quiero,
decidle que adolezco, peno y muero.
Buscando mis amores,
iré por esos montes y riberas;
ni cogeré las flores,
ni temeré las fieras,
y pasaré los fuertes y fronteras.
PREGUNTA A LAS CRIATURAS
¡Oh bosques y espesuras,
plantadas por la mano del Amado!
¡oh prado de verduras,
de flores esmaltado,
decid si por vosotros ha pasado!
RESPUESTA A LAS CRIATURAS
Mil gracias derramando,
pasó por estos sotos con presura,
y yéndolos mirando,
con sola su figura
vestidos los dejó de hermosura.
ESPOSA
¡Ay, quién podrá sanarme!
Acaba de entregarte ya de vero;
no quieras enviarme
de hoy más ya mensajero,
que no saben decirme lo que quiero.
Y todos cuantos vagan,
de ti me van mil gracias refiriendo
y todos más me llagan,
y déjame muriendo
un no sé qué que quedan balbuciendo.
Mas ¿cómo perseveras,
oh vida, no viviendo donde vives,
y haciendo, porque mueras,
las flechas que recibes,
de lo que del amado en ti concibes?
¿Por qué, pues has llagado
a aqueste corazón, no le sanaste?
Y pues me le has robado,
¿por qué así le dejaste,
y no tomas el robo que robaste?
Apaga mis enojos,
pues que ninguno basta a deshacellos,
y véante mis ojos,
pues eres lumbre dellos,
y sólo para ti quiero tenellos.
Descubre tu presencia,
y máteme tu vista y hermosura;
mira que la dolencia
de amor, que no se cura
sino con la presencia y la figura.
¡Oh cristalina fuente,
si en esos tus semblantes plateados,
formases de repente
los ojos deseados,
que tengo en mis entrañas dibujados!
¡Apártalos, Amado,
que voy de vuelo!
ESPOSO
Vuélvete, paloma,
que el ciervo vulnerado
por el otero asoma,
al aire de tu vuelo, y fresco toma.
ESPOSA
¡Mi amado, las montañas,
los valles solitarios nemorosos,
las ínsulas extrañas,
los ríos sonorosos,
el silbo de los aires amorosos.
La noche sosegada,
en par de los levantes de la aurora,
la música callada,
la soledad sonora,
la cena que recrea y enamora.
Cazadnos las raposas,
que está ya florecida nuestra viña,
en tanto que de rosas
hacemos una piña,
y no parezca nadie en la montiña.
Detente, cierzo muerto;
ven, austro, que recuerdas los amores
aspira por mi huerto,
y corran sus olores,
y pacerá el Amado entre las flores.
¡Oh ninfas de Judea!
en tanto que en las flores y rosales
el ámbar perfumea,
mora en los arrabales,
y no queráis tocar nuestros umbrales.
Escóndete, Carillo,
y mira con tu haz a las montañas,
y no quieras decillo;
mas mira las compañas
de la que va por insulas extrañas
ESPOSO
A las aves ligeras,
leones, ciervos, gamos saltadores,
montes, valles, riberas,
aguas, aires, ardores,
y miedos de las noches veladores:
Por las amenas liras
y canto de sirenas os conjuro
que cesen vuestras iras,
y no toquéis el muro,
porque la Esposa duerma más seguro.
Entrádose ha la Esposa
en el ameno huerto deseado,
y a su sabor reposa,
el cuello reclinado
sobre los dulces brazos del Amado.
Debajo del manzano,
allí conmigo fuiste desposada,
allí te di la mano,
y fuiste reparada
donde tu madre fuera violada.
ESPOSA
Nuestro lecho florido,
de cuevas de leones enlazado,
en púrpura tendido,
de paz edificado,
de mil escudos de oro coronado.
A zaga de tu huella
las jóvenes discurren al camino,
al toque de centella,
al adobado vino,
emisiones de bálsamo divino.
En la interior bodega
de mi Amado bebí, y, cuando salía
por toda aquesta vega,
ya cosa no sabía,
y el ganado perdí, que antes seguía.
Allí me dio su pecho,
allí me enseñó ciencia muy sabrosa,
y yo le di de hecho
a mí, sin dejar cosa;
allí le prometí de ser su esposa.
Mi alma se ha empleado,
y todo mi caudal, en su servicio:
ya no guardo ganado,
ni ya tengo otro oficio;
que ya sólo en amar es mi ejercicio.
Pues ya si en el ejido
de hoy más no fuere vista ni hallada,
diréis que me he perdido,
que andando enamorada,
me hice perdidiza, y fui ganada.
De flores y esmeraldas,
en las frescas mañanas escogidas,
haremos las guirnaldas,
en tu amor florecidas,
y en un cabello mío entretejidas.
En sólo aquel cabello,
que en mi cuello volar consideraste,
mirástele en mi cuello,
y en él preso quedaste,
y en uno de mis ojos te llagaste.
Cuando tú me mirabas,
tu gracia en mí tus ojos imprimían:
por eso me adamabas,
y en eso merecían
los míos adorar lo que en ti vían.
No quieras despreciarme,
que si color moreno en mí hallaste,
ya bien puedes mirarme,
después que me miraste,
que gracia y hermosura en mí dejaste.
ESPOSO
La blanca palomica
al arca con el ramo se ha tornado,
y ya la tortolica
al socio deseado
en las riberas verdes ha hallado.
En soledad vivía,
y en soledad ha puesto ya su nido,
y en soledad la guía
a solas su querido,
también en soledad de amor herido.
ESPOSA
Gocémonos, Amado,
y vámonos a ver en tu hermosura
al monte y al collado,
do mana el agua pura;
entremos más adentro en la espesura.
Y luego a las subidas
cavernas de la piedra nos iremos
que están bien escondidas,
y allí nos entraremos,
y el mosto de granadas gustaremos.
Allí me mostrarías
aquello que mi alma pretendía,
y luego me darías
allí tú, vida mía,
aquello que me diste el otro día.
El aspirar de el aire,
el canto de la dulce filomena,
el soto y su donaire
en la noche serena,
con llama que consume y no da pena.
Que nadie lo miraba,
Aminadab tampoco parecía,
y el cerco sosegaba,
y la caballería
a vista de las aguas descendía.
***
Tomado de: “San Juan de la Cruz. Poesía completa”. Edicomunicación. Barcelona, 1994
LLAMA DE AMOR VIVA
¡Oh llama de amor viva,
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro!
pues ya no eres esquiva,
acaba ya si quieres,
rompe la tela deste dulce encuentro.
¡Oh cauterio suave!
¡Oh regalada llaga!
¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado,
que a vida eterna sabe
y toda deuda paga!
Matando, muerte en vida la has trocado.
¡Oh lámpara de fuego
en cuyos resplandores
las profundas cavernas del sentido,
que estaba oscuro y ciego,
con extraños primores
calor y luz dan junto a su querido!
¡Cuán manso y amoroso
recuerdas en mi seno,
donde secretamente solo moras:
y tu aspirar sabroso,
de bien y gloria lleno,
cuán delicadamente me enamoras!
***
Tomado de: “San Juan de la Cruz. Poesía completa”. Edicomunicación. Barcelona, 1994
CANCIONES DEL ALMA
En una noche oscura
con ansias en amores inflamada
¡oh dichosa ventura!
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada,
A oscuras y segura
por la secreta escala disfrazada,
¡oh dichosa ventura!
a oscuras, y en celada,
estando ya mi casa sosegada.
En la noche dichosa
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz y guía,
sino la que en el corazón ardía.
Aquesta me guiaba
más cierto que la luz del mediodía,
adonde me esperaba,
quien yo bien me sabía,
en sitio donde nadie parecía.
¡Oh noche, que guiaste,
oh noche amable más que la alborada:
oh noche que juntaste
Amado con Amada,
Amada en el Amado transformada!
En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba,
allí quedó dormido,
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba.
El aire de la almena,
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
y en mi cuello hería
y todos mis sentidos suspendía.
Quedéme y olvidéme
el rostro recliné sobre el Amado;
cesó todo, y dejéme
dejando mi cuidado,
entre las azucenas olvidado.
***
Tomado de: “San Juan de la Cruz. Poesía completa”. Edicomunicación. Barcelona, 1994
Francisca Josefa del Castillo y Guevara es la poeta mística colonial neogranadina más conocida. Fue monja de celda en el claustro de Las Clarisas en Tunja, repitiendo la historia de otras mujeres de su época, para las que la posibilidad de acceder a la lectura y la escritura estaban ligadas al poder económico de su familia y a optar por una vida religiosa. Su vocación literaria, como era usual, tuvo como referentes los escritos de la España peninsular, particularmente los de santa Teresa de Jesús y de san Juan de la Cruz. Se dice que también conoció los de sor Juana Inés de la Cruz.
La Madre Josefa decía tener visiones místicas que le inspiraban sus “Afectos espirituales”. Escribe a la vida de los santos. Sus poemas no tienen el vuelo de los de Sor Juana. El más logrado y destacado, “Deliquios del divino amor”, alude a su entrega a la divinidad, al estilo de la poesía mística que se hacía un siglo atrás. En su obra hay alusiones a la naturaleza y a los animales, encuentros amorosos con el Amado en los que el cuerpo, mediante todos los sentidos, participa en la entrega sublime.
DELIQUIOS DEL DIVINO AMOR EN EL CORAZÓN DE LA CRIATURA, Y EN LAS AGONÍAS DEL HUERTO
El habla delicada
del amante que estimo,
miel y leche destila
entre rosas y lirios.
Su meliflua palabra
corta como rocío,
y con ella florece
el corazón marchito.
Tan suave se introduce
su delicado silbo,
que duda el corazón
si es el corazón mismo.
Tan eficaz persuade,
que cual fuego encendido
derrite como cera
los montes y los riscos.
Tan fuerte y tan sonoro
es su aliento divino,
que resucita muertos
y despierta dormidos.
Tan dulce y tan suave
se percibe al oído,
que alegra de los huesos
aun lo más escondido.
* * *
Al monte de la mirra
he de hacer mi camino,
con tan ligeros pasos
que iguale al cervatillo.
Mas, ¡ay! Dios, que mi amado
al huerto ha descendido
y como árbol de mirra
suda el licor más primo.
De bálsamo es mi amado,
apretado racimo
de las viñas de Engadi,
el amor le ha cogido.
De su cabeza el pelo,
aunque ella es oro fino,
difusamente baja
de penas a un abismo.
El rigor de la noche
le da el color sombrío,
y gotas de su hielo
le llenan de rocío.
¿Quién pudo hacer, ¡ay, Cielo!,
temer a mi querido?
Que huye el aliento y queda
en un mortal deliquio.
Rojas las azucenas
de sus labios divinos,
mirra amarga destilan
en su color marchitos.
Huye, Aquilo, ven, Austro,
sopla en el huerto mío,
las eras de las flores
den su color escogido.
Sopla más favorable,
amado ventecillo,
den su olor las aromas,
las rosas y los lirios.
Mas, ¡ay!, que si sus luces
de fuego y llamas hizo,
hará dejar su aliento
el corazón herido.
***
Tomado de: “Deliquios del amor divino. Antología.” Colección Un libro por centavos Nº 163, Universidad Externado de Colombia. Bogotá, 2019.
AFECTO 193 COLOQUIO DE UN ALMA CON NUESTRO SEÑOR, ETC.
Coloquio de una alma con Nuestro Señor,
estando dormida, y, a su parecer, en el sueño
unida íntimamente con su divina Majestad por amor:
Mi esposa es para mí como un instrumento de
flautas muy delgadas, que suavemente suenan a mis oídos.
Tú eres para mí, amantísimo Dios, como la consonancia
y armonía de todos los instrumentos
músicos bien templados y acordes: como una
sonora trompeta que despierta al dormido y
resucita al muerto en culpas y tibiezas; como un
dulcísimo clarín que aviva y excita a la pelea y
promete la victoria y el triunfo; como una cítara
suavemente tocada, que sosiega y da reposo y
dulce paz a los sentidos y potencias del alma y cuerpo.
Mi esposa es para mí como una paloma gemidora,
que solo halla descanso en mi pecho.
Tú eres para mí, amantísimo Señor, como un
corazón que se abrasa en medio de las entrañas
de mi alma, difundiéndose y penetrándose
por todas sus potencias y facultades, dándole
vida, vigor y aliento, calor y alegría; como una
fortísima torre y castillo de fortaleza, de donde
penden mil escudos de defensa y amparo contra mis enemigos.
Mi esposa es para mí como un arroyuelo en la
soledad para el caminante fatigado.
Tú eres para mí, Dios mío, como un inmenso
mar-océano de gracias, de dichas, de dones y
tesoros, donde, entrando las aguas, vuelven a su
centro y hallan su descanso. Y engolfándose el
alma, se aleja de la tierra del dolor y fatigas.
Mi esposa es para mí como un árbol de sazonados frutos.
Tú eres, Dios mío, para mí como un árbol cuyas
ramas se extienden a abrazar toda el alma, y
en cuya sombra halla vida, quietud y descanso,
y duerme, y gusta, y vive dulcemente segura;
como un sabrosísimo maná que encierra en sí
todos los sabores dulces a su paladar y garganta,
llenos y cumplidos de suavísimos gustos.
Mi esposa es para mí como un ramillete de
varias flores.
Tú eres para mí, amantísimo Dios, como un
güerto florido y lleno de todas las fragancias y
hermosuras que recrean y confortan, y dan olor
de vida.
Mi esposa es para mí como un anillo, para
traerle en mi mano y en mi dedo.
Tú, Señor mío, eres para mí como un riquísimo
tesoro donde están las piedras más preciosas,
las margaritas de más valor, el topacio, el rubí y
esmeralda, el diamante, el jacinto y la amatista;
y el valor de los inefables tesoros incomprehensibles.
Mas estando desembarazada del sueño y de
aquellos afectos ardientes que después le quedaron,
conocía y sentía y sabía cierto estas cosas:
¿Qué soy yo, Dios mío, sino como el sonido
de los animales inmundos, como el gruñir de
sus gemidos con mis vicios y pasiones, como el
cenegal y lodo en que se revuelcan, de donde
siempre sale malo y pestilencial olor, desapacible
a la vista, asqueroso al gusto y al olfato?
¿Qué soy sino una sabandija ponzoñosa, que
dondequiera derramo mi veneno, indigna de
la luz de la vida y de la compañía de las otras
criaturas? Solo, ¡oh Dios mío!, te pido un mar
de lágrimas nacidas del íntimo dolor de mis
culpas, para que así pueda llegar a tu gracia y no
ser arrojada de tu divina presencia.
***
Tomado de: “Deliquios del amor divino. Antología.” Colección Un libro por centavos Nº 163, Universidad Externado de Colombia. Bogotá, 2019.
DEL AFECTO 15
Pues como a la noche me recogiera a dar algún
descanso al cuerpo, por hallarme con grande
fatiga y dolores, sin perder ni dejar el alma de
anhelar por su Dios; luego sentía su presencia
como cuando andaba en el mundo, con tal
benignidad, majestad y amor, cual no se puede
decir. Sentía el alma sus palabras tan suaves,
dulces y amorosas como de un amantísimo
esposo, y como con su presencia la hacía arder,
ella se deshacía diciéndole mil ternuras, sin
acordarse entonces de temores. Entre otras
cosas le pareció que le oía decir: cómeme, yo
soy sustento, y que se entraba en su alma y
corazón, y le decía: ¿cómo no ha de arder tu
corazón, si está unido al mío que es todo fuego?,
etc. Infundía una pureza y deseos de ella en el
alma, que me acordaba de la bendita santa Inés
cuando decía: “llegando a Él seré más pura, y
tocándole seré más casta”, etc. Entendí, que
cuando se da algún descanso racional y necesario
al cuerpo para que prosiga su camino, como
el caminante da a su jumentico algún alivio, la
benignidad de este Señor lo recibe por suyo,
como si se le diera a su cuerpo cansado y trabajado;
tanta es su dulzura y mansedumbre, tanto
su amor y misericordia, tan dulce y amigable
su trato y conversación, que aunque no tuviera
cielo, cualesquiera trabajos quedaban acá bien
premiados con sola su presencia; y así es, que en
teniéndolo presente el alma, no se acuerda de
cielo, ni de gloria, ni de muerte, ni de vida.
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Tomado de: “Deliquios del amor divino. Antología.” Colección Un libro por centavos Nº 163, Universidad Externado de Colombia. Bogotá, 2019.
Molana Yalaluddin Rumi se conoce como el gran maestro místico y el mayor poeta del sufismo. Fue maestro en ciencias islámicas en la universidad de Konya (antes Rum). Se dice que su alma quería volar hasta la verdad absoluta y encontrar el camino hacia la felicidad. Conoció a Shams, un derviche, y en él halló el camino a la espiritualidad a través de la música, la danza y la poesía.
Sus poemas expresan el amor divino, la pasión y el éxtasis místico. Rumi considera que el amor humano está por encima de todas las religiones y en sus poemas tiene lugar la entrega amorosa. Rumi recitaba sus poemas mientras entraba en éxtasis mediante la danza propia de los derviches y eran sus discípulos quienes copiaban los versos en persa.
En la danza se manifiesta el cuerpo ritual y este es un vehículo para acceder a la divinidad, que no se opone a la ideal del alma, son complementarios. Ciertamente, en los poemas de Rumi hay una constante alusión a las diferentes partes del cuerpo, cada una de ellas porta un mensaje y guarda un sentido: «el cuerpo es como una carta».
El traductor Amir Hossein Fetanat dice sobre su poesía: “El dominio de la rima es tal, que él crea un nuevo vocabulario mientras usa las mismas palabras, originando nuevos sentidos que se asocian con ellas. Además, tiene tal dominio en el juego de palabras, que usa el mismo vocablo dos o tres veces con un acento vocal diferente, o tres veces en el mismo verso y cada vez con un significado diferente”.
MASNAVI VI 4065-4069
Mi religión es estar vivo de amor.
Vivir con este espíritu y esta mente es mi desgracia.
La espada del amor limpia el alma del enamorado,
la espada del amor limpia el alma de los pecados.
Cuando el polvo se fue, mi luna brilló,
la luna de mi alma encontró el cielo abierto.
Toda la vida, oh adorada, suena el tambor de tu amor
con el estribillo “en mi muerte está mi vida”.
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Tomado de: “Antología poética”. Traducción Farsi-Español por Amir Hossein Fetanat. Editorial Random House Mondadori Ltda. Bogotá, 2007.
MASNAVI IV 166-169
El olor de la arrogancia, la avaricia y la codicia,
como el olor a cebolla, al hablar, sale de la boca.
Puedes jurar que no has comido
Que te has purificado de cebolla y ajo
Pero el olor se siente,
Su juramento es pura mentira.
Muchas oraciones son rechazadas por este olor
El corazón corrupto se manifiesta por la boca.
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Tomado de: “Antología poética”. Traducción Farsi-Español por Amir Hossein Fetanat. Editorial Random House Mondadori Ltda. Bogotá, 2007.
MASNAVI IV 1565-1570
El cuerpo es como una carta, mírala
Si lo merece, llevarla donde el rey
Ve a un rincón, ábrela y léela
Mira si contiene las palabras dignas para los reyes
Si no, rómpela
Escribe otra carta, corrige las fallas.
Pero abrir la carta del cuerpo no es fácil
Si no, todo el mundo descubriría los secretos del corazón.
Qué duro y difícil es abrir la carta
Es sólo para los fuertes, no para los niños juguetones.
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Tomado de: “Antología poética”. Traducción Farsi-Español por Amir Hossein Fetanat. Editorial Random House Mondadori Ltda. Bogotá, 2007.
GHAZALES (ODAS) 617
Los ojos deben buscar las maravillas,
El alma la alegría y el deleite,
La cabeza debe buscar la embriaguez por la adorada,
Los pies deben buscar el dolor de una amada,
El amor debe buscar el vuelo hacia los cielos,
El intelecto debe buscar la ciencia y el conocimiento.
Los secretos y las maravillas están fuera de las causas,
El ojo que busca siempre las causas está ciego.
El enamorado difamado por centenares de sospechas,
Tendrá cien nombres y fama, cuando sea su turno de unión.
Vale la pena en el desierto, en el viaje hacia la Meca,
Sufrir del hambre y los bandoleros.
El peregrino la piedra negra de Kaaba besa,
Para saborear el placer del beso de los labios de la amada.
Basta la palabra, no diga más, que;
Aquel que busca, lo encontrará.
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Tomado de: “Antología poética”. Traducción Farsi-Español por Amir Hossein Fetanat. Editorial Random House Mondadori Ltda. Bogotá, 2007.
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Para estas notas he tenido como referencia los siguientes textos:
Marlena Krupa. “Mandorla: la mística y lo corpóreo en el Cántico espiritual de San Juan de la Cruz y El fulgor de José Ángel Valente”. Revista de Literatura, 2016, julio-diciembre, vol. LXXVIII, No. 156, págs. 597-620, 2016.
Luce López Baralt. “Simbología mística musulmana en San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús”. En:http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/simbologa-mstica-musulmana-en-san-juan-de-la-cruz-y-santa-teresa-de-jess-0/html/021e4a2a-82b2-11df-acc7-002185ce6064_11.html
José Ángel Valente. “El ángel de la creación”. Galaxia Gutemberg, Barcelona, 2018.

Ilustración Art Nouveau “Cantar de los cantares” de Ephraim Moses Lilien para su libro Judá (1900)