Ensayo
Bertha Quintero Medina 13 noviembre 2021
Contexto
Para hablar de la participación femenina en la salsa, hay que hacer una corta referencia a algunas características de la Bogotá en las décadas de los años 70. Con un importante desarrollo urbano, procesos políticos, económicos y sociales que impactaron su población, un crecimiento desordenado, explosión demográfica significativa, altos índices de migración interna, la ciudad se estratificó con procesos de segregación y estigmatización social, de acuerdo a los ingresos de cada familia. El aumentó de la oferta de mano de obra, causó desempleo y marginalidad. La mujer comenzó a hacer parte de las narrativas de ciudad, por la influencia de la explosión feminista y se comenzó a romper la visión masculina que las invisibilizaba por las relaciones de poder que se establecían basadas en el género.
En esta época apareció por primera vez en Colombia, la agrupación salsera femenina, el “grupo Yemayá”, donde las condiciones de vida de las mujeres, seguían determinadas por los imaginarios sociales de una sociedad conservadora, religiosa, machista y patriarcal, que les impuso roles, principalmente y casi exclusivamente, asociados a su condición de mujer, como madre, esposa, e hija, limitándoles el desarrollo en otras actividades, como es el caso de la música, especialmente la música popular bailable, con pocas oportunidades para estudiarla e interpretar algunos instrumentos.
Factores condicionantes
Colombia con condiciones excepcionales para el desarrollo de la música en todos sus géneros, con un número incalculable de compositores, interpretes e instrumentistas, con producciones musicales que han cruzado fronteras, donde sus 1.200 municipios, incluyendo Bogotá, cuentan con mínimo 2 bandas y numerosas agrupaciones musicales, las mujeres, ausentes y al margen, no hicieron presencia activa en estas actividades, fueron separadas de estos procesos, sujetas a un código moral, que solo les reconocía un incontable cúmulo de deberes, impuestos por las costumbres sociales, impidiéndoles su participación sobre todo en público de la fiesta, las celebraciones, la noche, y el desarrollo de actividades relacionadas con el campo musical, a excepción de cantar, tocar una guitarra, un violín o un piano en casa.
Influyeron estos procesos, la religión católica, los mitos, el tipo de familia imperante en el país, patriarcal, paternalista y autoritaria, y el sistema educativo, proponiendo modelos para ser mujer y para ser hombre, con una oferta que diferenció los currículos para niños y niñas, separándolos desde los primeros años, estableciendo desigualdades entre los géneros, sin permitir a las niñas acceder a determinadas actividades en igualdad de condiciones, como en la educación física, el deporte, los juegos, o actividades organizativas, que afectó su desarrollo corporal.
Las artes, como expresiones de la diferencias culturales, tampoco fueron incluidas como materias fundamentales en los colegios. Sin escuelas de formación artística o musical en la ciudad y mucho menos de música popular, trajo como consecuencia una infancia y juventud que creció desarraigada del país, que no se identificó con sus territorios de origen y no valoró el oficio de los artistas.
En las décadas de los 70 y 80, por el impulso que traían los procesos de industrialización, se fueron cambiando las condiciones de vida y trabajo en la ciudad. El movimiento generado por los procesos migratorios y la fuerte urbanización, entre otras, transformaron la vida de sus habitantes, con cambios económicos, políticos y sociales y Bogotá entró de lleno a la modernidad, pasando de tener 2.800.000 habitantes a 4.200.000 en los años 80.
Las transformaciones más profundos se dieron en el modelo familiar, donde los roles femeninos y masculinos comenzaron a trastocarse, al confrontarse con las exigencias de las nuevas condiciones de vida de la ciudad. La idea, de que había oficios que solo debían y podían realizar las mujeres y los hombres, comenzó a transformarse.
El ingreso de las mujeres al universo académico, a la oferta laboral del trabajo remunerado, dio comienzo a que se cuestionara su rol como mujer en la sociedad. El imaginario que las ubicaba, dedicadas fundamentalmente a la maternidad, circunscrita a los asuntos domésticos, comenzó a modificarse y, a aparecer una nueva imagen de mujer que debatió públicamente su papel y función dentro del entorno familiar y dentro de la sociedad en general
Se comenzaron a revolucionar las bases tradicionales de la institución familiar, se transformaron las relaciones de pareja, las relaciones intergeneracionales. Entró en crisis el matrimonio tradicional, comenzó a disminuir los índices de natalidad con el uso de los anticonceptivos, aumentó la unión libre, el número de divorcios y las familias monoparentales. Las mujeres comenzaron a desarrollar actividades en diversos campos, generando e impulsando propuestas de transformación contraculturales.
Factores detonantes
Bogotá, al tiempo que se convertía en núcleo de una significativa migración interna, fue receptora de excepción de todos los sonidos y ritmos del país, incluyendo géneros extranjeros como el rock and roll y el Jazz. La capital, que ya había aceptado la música del Caribe, como protagonista principal en todo tipo de encuentros festivos desde los años 40 y 50, recibió con curiosidad e interés, la llegada de la salsa a mediados de los años 70.
En el marco de un país violento, e inequitativo y entrando con fuerza el narcotráfico a todos los estamentos sociales, proliferaron discotecas y bares, como espacios por excelencia para el esparcimiento. La noche de la capital, se encontró de frente con la presencia de la salsa, que le dio un nuevo giro a la rumba. El sonido salsero empezó a escucharse en la radio y comenzaron a aparecer nuevos espacios para el encuentro, con un concepto diferente a las discotecas tradicionales, donde la salsa se convirtió en la protagonista principal.
Los bares, ahora denominados salsotecas, donde cambiaron los perfiles de sus dueños, y espacios como el Goce Pagano, impactaron la noche bogotana, al proponer nuevas formas para el encuentro, para el relacionamiento entre hombres y mujeres, entre poblaciones diversas y entre distintos sectores sociales, que conmocionados por la salsa, se aglutinaron sin distingos sociales o culturales a escucharla y bailarla.
Presionados por la situación política y unidos por el nuevo sonido, las noches congregaron a la rumba a estudiantes, profesionales, intelectuales, artistas, empleados y obreros, que fueron gestando una subcultura de la resistencia y la convivencia, construyendo lazos de solidaridad entre los rumberos, promoviendo cambios en algunas actitudes del comportamiento machista. Las mujeres particularmente, que no salían solas de noche, porque se les trataba como mujeres de la calle, comenzaron a asistir masivamente a las salsotecas, se sintieron cómodas, sin acoso ni presiones y empezaron a vivir la rumba y la noche de otra manera, ganando un nuevo espacio para ser y expresarse libremente.
La salsa
Entendimos la salsa, como un movimiento musical innovador y revolucionario, que buscó nuevos sonidos a partir del son cubano. Al fusionarse con el jazz, el rock, el blues, el bolero, entre otros muchos ritmos, introdujo armonías innovadoras y formatos orquestales arriesgados, que produjeron un sonido vital, alegre, de mucha fuerza, que acaparó la atención y el gusto de todos los públicos, convocando al baile, a la fiesta, al encuentro.
La salsa se convirtió también en un movimiento político de denuncia y protesta frente a las condiciones de vida de los latinos en EEUU, un movimiento étnico, identitario, que cohesionó la cultura latina, expresándose de manera particular en cada uno de los países donde fue acogida.
Igualmente, la salsa representó un movimiento eminentemente masculino y machista, que excluyó la mujer de la mayoría de sus procesos. Con la presencia de algunas vocalistas importantes, el reconocimiento a una que otra compositora, mínimas instrumentistas, algunas coristas y bailarinas, las mujeres inspiradoras de canciones y adorno en las carátulas de los discos, no lograron desarrollar actividades en ninguno de los campos de esta industria.
Sin embrago, fue gracias al movimiento salsero y a la rumba que se convocó en Bogotá, envueltos en la magia y la fuerza de su sonido, que tuvimos la oportunidad de acercarnos a los músicos, a conocer sus condiciones de vida, a observar las orquestas por dentro, su funcionamiento. Accedimos a múltiples bares donde se tocaba en vivo. En esta época se crearon en la ciudad agrupaciones como, María Canela, Grupo Niche, Guayacán Orquesta, y empezaron a llegar a la ciudad importantes agrupaciones internacionales del género como la Fania.
Con el panorama completo del movimiento salsero y los cambios que se venían dando en la sociedad, principalmente en el mundo de las mujeres, donde muchas de las que asistíamos a la rumba, habíamos pasado por la universidad y teníamos una posición crítica frente a las diferentes condiciones de vida y trabajo en todos los campos sociales, se comenzó a gestar la idea de incursionar como agrupación musical en la salsa.
Con sentimientos encontrados entre la vitalidad del sonido salsero y las condiciones machistas de sus protagonistas, nos motivamos para organizarnos como grupo de mujeres en la salsa.
Creímos que desde una perspectiva femenina, incursionando directamente de estos procesos, podríamos cambiar o transformar las condiciones de trabajo que encontramos en el mundo de la música, con el hecho de ser una agrupación de solo mujeres. Las condiciones con las que nunca estuvimos de acuerdo, como la actitud abiertamente machistas de sus músicos, la imagen de conquistadores que proyectaban, sus formas de vida y tratamiento a sus familias, el abandono de sus hijos, el uso de un lenguaje soez entre compañeros, el manejo a gritos en los ensayos, el autoritarismo de los directores, la falta de estudio de los músicos, el uso obligatorio de uniformes, la informalidad de los contratos, los pagos desiguales entre integrantes, el alcoholismo imperante, lo podríamos transformar.
Construyendo orquesta
El sueño de organizar una agrupación de salsa de mujeres empezaba a tomar forma.
Pero en el proceso aparecieron múltiples problemas que dificultaron la construcción de la agrupación. Tal vez, el más importante, fue encontrar que en Bogotá, no había mujeres que interpretaran los instrumentos que exigían los formatos de la salsa, a excepción de algunas compañeras que habían estudiado piano, flauta o violín, en academias de música clásica.
Otro de los problemas ajenos a los procesos musicales, fue el hecho mismo de ser mujeres. Las creencias y los prejuicios de los músicos, se convertían en un impedimento suigéneris, al manifestar que las mujeres, sobre todo las nacidas en el altiplano, no debían tocar la percusión, pues se consideraba una herejía.
Las familias no valoraron positivamente el trabajo con la música bailable, asociada a la noche, al desorden y a la bohemia, no le encontraban futuro como medio de trabajo. Los novios, compañeros y esposos de las integrantes, casi nunca estuvieron de acuerdo con el proyecto, obstaculizándolo de manera permanente. La condición de mujer madre, interrumpió muchas veces el desempeño de algunas compañeras.
Los conocimientos musicales de algunas integrantes, no alcanzaron para hacer la dirección musical y los arreglos que se adaptaran al formato del grupo, obligando a buscar el apoyo externo de músicos hombres.
Insistiendo en nuestro sueño y en contravía de familiares y amigos incrédulos, la pianista, asistente a las noches salseras del Goce Pagano de Bogotá, se vino de Cali con una propuesta para conformar el grupo, trayendo consigo la mayoría de integrantes. Después de interminables ensayos, ocupando nuestras casas durante meses, donde fueron invadidas por la presencia de hijos, familiares y amigos, la construcción del grupo se convirtió en una fiesta permanente. Se cocinaba, se estudiaba, se bailaba, se debatía y se vivía, en grupo. Los vecinos encantados, pedían permiso para asistir a los ensayos que se convertían en una asamblea masiva.
Nos lanzamos a la palestra salsera del momento, con un formato sui géneris, atrevido y arriesgado, una agrupación compuesta por piano, flauta, bajo, conga, bongo y voz, y el singular nombre de Yemayá, hicimos nuestro gran debut en el bar, el Goce Pagano a reventar, en 1982.
Para sorpresa de todos, el grupo fue exitoso, sonó bien, con fuerza y sabor, fue bien recibido por los medios de comunicación y la incredulidad de los músicos. La dicha no duró mucho tiempo, como cualquier trabajo en grupo, unido a nuestra inexperiencia, presentó múltiples dificultades, distintos intereses y diferentes expectativas hacia el trabajo, que terminaron por desintegrarlo.
Pero la noticia de la existencia de un grupo de mujeres que tocaban salsa en Colombia, se había extendido por el país, cruzando fronteras. Al tiempo que se desbarataba en Bogotá, nos estaban buscando en Paris, para una temporada en una de las más famosas discotecas de la salsa de esa ciudad, la Chapelle des Lombards, de la Rue de Lappe, templo de la salsa de la época, que presentaba los artistas mas importantes y representativos del género.
Con la idea del viaje, nos dimos a la tarea de reconstruir la agrupación. Después de un aviso en la prensa e investigar en los conservatorios sin resultados positivos, nos concentramos en buscar mujeres que tocaran los vientos. Nos encontramos, que no solo era difícil que existieran estas instrumentistas, sino que los imaginarios sociales también vetaban a las mujeres para interpretar estos instrumentos, pues consideraban inapropiada la imagen que proyectaba una mujer al poner la boca en la boquilla de un trombón o de una trompeta.
Tardamos algunos añitos en re-organizarnos. Finalmente logramos tener el formato exigido, integramos tres hermanas de Montería, dos asumirían los vientos, trompeta y trombón, empezando por comprarlos y aprender a tocarlos. Incluimos a mi hija de 13 años, en el timbal y después de ensayos acelerados, con piano, bajo, percusiones, vientos, coros y voces, nos convertirnos por fin en orquesta. El nombre se lo dieron los amigos en una votación pública, después de una noche de rumba, nos bautizaron como Cañabrava.
Con la orquesta organizada, nos enfrentamos a transformar nuestras vidas, dedicar gran parte del tiempo a escuchar esta música, estudiar los instrumentos, pasar largas jornadas en soledad ensayando, aprender a leer partituras, proponer una dinámica de funcionamiento de la orquesta, construir empresa, negociar con dueños de bares. Lo mas duro fue asumir dos y tres jornadas de trabajo, con parte de horarios nocturnos, ausentándonos por tiempos prolongados de nuestras casas.
Hicimos el lanzamiento de la orquesta Cañabrava a finales de junio de 1985, en la Teja Corrida, con 12 integrantes y un repertorio conocido del público con temas de Andy Montañés, Cuco Valoys, Héctor Lavoe y 2 temas inéditos. Uniformadas y más seguras, le llegamos rápidamente al corazón de los rumberos. Se vinieron en cascada muchísimas presentaciones en todo tipo de auditorios, fiestas privadas y festivales regionales, programas de tv y con el viaje a Paris en 1987, se nos abrieron las puertas en el medio musical.
Alguno aprendizajes
La condición de mujeres músicos nos exigió no solo destreza y fuerza para interpretar un instrumento, sino tener la capacidad de improvisar en el instrumento, perder la pena y el miedo para expresar sentimientos en público, desarrollar resistencia para tocar dos, tres, o cuatro horas seguidas, cuidar la imagen que se proyectaba al público y lidiar con los comportamientos abusivos de asistentes, que suponían que por el hecho de ser mujeres trabajando en la noche, podríamos realizar otro tipo de actividades.
Cuando pretendimos grabar el primer disco, los estudios y las disqueras exigieron que solo lo podrían hacer músicos de sus empresas, denominados músicos de “estudio”, diferentes a los músicos de tarima, para ahorrar costos. Podría grabar solamente la voz de la cantante. Consideramos esta situación una farsa total, un engaño al público y rompimos definitivamente con las disqueras. Solo años después, cuando la CBS, hoy Sony Music, nos dio la libertad, logramos grabar por primera vez, 4 temas, uno solo inédito.
Conclusiones
Pertenecer a una orquesta, acceder a una tarima, ejecutar correctamente un instrumento y provocar alegría a un público, nos transformó la existencia. Adquirimos una nueva característica, una magia especial, pasamos de ser ciudadanas comunes, rumberas, asistentes de bares, a ser investidas por una nueva categoría, ser artistas. Ser músicos nos transformó la vida.
La música nos abrió puertas, reconocimiento, nos afirmó como mujeres y nos dio la oportunidad de ejercer un nuevo oficio. Viajar por el país, recorrer y conocer otros países, participar de importantes festivales nacionales e internacionales, representar a Colombia y compartir escenario con reconocidos músicos, no solo de la escena salsera, sino de otros géneros.
Los procesos que iniciamos como mujeres en la salsa en la década de los ochenta en Bogotá, dinamizaron proyectos que aportaron a la afirmación y construcción de identidades femeninas, generando nuevos roles para la mujer, abriendo caminos y creando escuela para el nacimiento de otras agrupaciones, con un proyecto trasgresor que rompió estereotipos culturales en torno a la feminidad que convirtió a la capital del país, en un referente para el surgimiento de agrupaciones salseras de ambos sexos.
Hoy en día las condiciones de vida de las mujeres han venido cambiando significativamente. En la actualidad, Colombia se precia de tener varias agrupaciones femeninas de salsa, algunas con proyección internacional, donde la visión, el sentimiento y la proyección de un sonido diferente, femenino, seguramente aporta al espectro grande de la diversidad sonora de la salsa.
Hoy las mujeres interpretan todos los instrumentos, participan de todos los procesos, desde la composición, los arreglos, la dirección musical, el manejo de los grupos, graban sus temas.
Para finalizar, me atrevo a afirmar, que aunque muchos de los impedimentos que vivimos hace 40 años como mujeres, pueden seguirse presentando hoy y el número de participantes femeninas en eventos artísticos a lo largo del país sigue siendo significativamente inferior al de los hombres, hay un avance importante, que se manifiesta en la actitud de las mujeres frente al oficio, el nivel profesional que han alcanzado en la interpretación de instrumentos, las propuestas innovadoras en la tarima, la imagen que proyectan afirmando las feminidades en la escena como artistas y la conciencia de que este oficio conlleva una magia que abre puertas y mueve montañas.
Gracias a la magia y la fuerza de la salsa y las luchas de las mujeres, en el siglo XXI siguen estando presentes en el género salsero, consolidándose en el oficio.
Me quedan algunos interrogantes, que pueden dar pie a futuros trabajos de investigación.
¿Qué significado han tenido y tienen las agrupaciones femeninas para la comunidad artística, particularmente para los salseros?
¿Qué han significado para la sociedad en su conjunto? ¿Qué significado tienen para las mujeres?
¿Cuáles han sido las razones para seguir creando agrupaciones musicales femeninas?
¿Quiénes han convocado la conformación de nuevas agrupaciones?
¿Se interpretan temas inéditos compuestos por mujeres en estas agrupaciones?
¿La dirección de las agrupaciones las realizan mujeres?
¿Quién hace los arreglos?
¿Se pueden relacionar la creación de estas orquestas con movimientos feministas?
¿Las agrupaciones musicales salseras de mujeres buscan la afirmación de identidades femeninas?
¿Las agrupaciones femeninas de salsa tienen la intensión de aportar al espectro salsero, con composiciones musicales desde una perspectiva femenina?
¿Las agrupaciones femeninas de salsa proponen propuestas contraculturales en el mundo machista de la salsa?
¿Las agrupaciones femeninas de salsa se proponen abrir nuevos mercados para la música afrolatina, utilizando el atractivo femenino en la tarima?
Bertha Quintero Medina
berthaquinteromedina@hotmail.com
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Antropóloga de la Universidad Nacional de Colombia. Experiencia de trabajo en entidades públicas y privadas. Gestión Cultural, formulación y ejecución de políticas culturales. Investigación ciencias sociales, educación, género, arte, cultura, reordenamiento urbano, desarrollo rural, grupos étnicos. Trabajo comunitario áreas urbanas y rurales. Participación en procesos de Paz. Gestoras políticas culturales de Bogotá, Co -creadora Festival Rock Al Parque. Co-Fundadora orquestas de mujeres. Percusionista. Ganadora de Beca Nacional del Ministerio de Cultura, sobre género e identidad urbana. Coordinadora de proyectos Culturales en Min Cultura. Subdirectora del Instituto Distrital de Cultura y Turismo. Subdirectora de Poblaciones Ministerio de Gobierno. Subdirectora de Poblaciones en Min Educación. Asesora de educación artística, Ministerio de Educación Nacional. Subdirectora Artes, Instituto Distrital de las Artes, Idartes. Gerente de Género e Inclusión Social, Acdivoca, USAID. Docente del programa de Gestión Cultural Universidad Jorge Tadeo Lozano. Investigadora independiente.
Escrito para Revista Punto de Partida Universidad Nacional como resultado del Conversatorio Sabatino “SON MUJERES EN SU SALSA” del 13 de Noviembre de 2021