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El conjunto folclórico colombiano los CARRANGUEROS DE RAQUIRA al pedido que le hiciera la revista PUNTO DE PARTIDA para publicar alguno de sus trabajos o sustentaciones a su trabajo han pasado éste, que es la opinión por sepa­rado de sus integrantes pero que conforman un todo en su pensamiento alrededor del arte y la cultura a partir de una presentación que realizaron en el Auditorio “León de Greiff” de la Universidad Nacional.

¿COMUNEROS EN EL DE GREIFF?

No es fácil meterse a enseñarle a los universitarios, las perso­nas que diariamente ejercitan su capacidad de análisis y críti­ca y que por lo tanto dominan muchos aspectos del cono­cimiento. Pero ante la inquietud de los amigos de la revista y el recuerdo de una pequeña asonada podemos comentar algunas cosas.

¿Qué se siente cuando estando en el escenario el humo y el fuego atraviesan una canción? Podrá imaginarse el público que no es nada cómodo para el artista, pues a la ansiedad natural que produce el estar trepado en las tablas se agrega el desasosiego de lo imprevisto y aún más, el miedo ante el peligro. De. pronto todo esto puede sonarle a susceptibilidad pinga a mucho, pero una cosa es torear y otra estar en la ba­rrera. Nosotros no suspendimos la canción: un estallido no nos parece muy raro pues en las fiestas de pueblo lo más usual es que se mezclen las notas musicales con la candela de los castillos de plaza y los cohetes. Ahora, que en este caso el “contenido” del estruendo era otro; es lógico, pues una cosa son los vecinos de Sutamarchán y otra los estu­diantes de la universidad. ¿Y es bueno que por un camino vayan los “hombres de libros” Y por otro los de azadón y casco?

Para mí lo más deprimente de esta historia no fue el desor­den. Fueron algunas consignas que salieron al aire. Presenté una canción, “Dos Corazoncitos”, que ni siquiera es hecha por mi conjunto, y lo hice como un homenaje a los comu­neros. Si algunos difieren del sentido de la canción hay mu­cho lugar para discutirlo constructivamente. Lo que es alie­nante e inexcusable es seguir repitiendo a voz en cuello fra­ses que son resultado de discusiones marchitas que escasa­mente estaban a la orden del día en 1971. Ya fríamente pensado, ¿tiene alguna lógica -el estar decidiendo a estas horas de la vida si la revolución es triste o alegre Cuando uno grita el objetivo debe ser ayudar a los circunstantes, no confundirlos.

A la salida del recital hablábamos con algunos asistentes y noté que el desencanto no era sólo mío. La consigna, que es. Como las coplas (ese resumen de conocimiento, para no de­cir sabiduría) no puede manejarse tan alegremente, tan faci­listamente. Antes hay que estudiar o aprender un poco de cosas. Primero, ¿estábamos en un velorio o en un acto con­memorativo? Segundo, si era velorio, ¿quién tiene la pala­bra sobre cómo hacer un velorio., máxime en épocas en las que se revolucionan las costumbres y máxime además en la’ ‘universidad, el ámbito en donde todas las leyes caen? Discu­tamos y decidamos cómo deben ser los actos conmemorati­vos y los velorios. Organicemos los velorios y cabo de año sin prevenciones en vez de hacernos mala leche: si debemos danzar, si debemos echarnos ceniza en la cabeza; si debemos vestir de rojo como hacen otras tribus o si es del caso orga­nizar una comilona interminable como es costumbre en Rá­quira y aledaños. Los antropólogos nos pueden ayudar mu­cho.

Por estas razones me reafirmo en lo dicho al presentar la canción “Dos Corazoncitos”: que es una música del pueblo, hecha por don Alcides Cadena, divulgada por don Alberto Veloza y el trío “Por si se puede” y que “Los Carrangueros” estamos dispuestos a cantarla con otras canciones y en cual­quier oportunidad para honrar a los comuneros.

Esto se debe a que “Los Carrangueros” es un conjunto de música popular cuyo tema general es la vida común de la gente del común. De esta gente, que ya no es sólo el campe­sino santandereano piadoso y rudimentario del siglo XVIII sino nuestra gente de hoy, llámense vendedores ambulantes, agricultores, muchachas del servicio, celadores, empleados, obreros o conductores, la gente de un país que se ha urbani­zado a las patadas en treinta años, en el que ya no es posible pretender un ámbito bucólico con campesinas vestidas de ‘jipa y ancha falda negra de rayas tricolores. No ayuda mu­cho al arte crear esquemas y mitos para el consumo: no in­ventemos el campesinito, no busquemos a los “hermanitos del campo”. En los pequeños poblados y en las capitales cosmopolitas corre un aire poderoso manejado por los me­dios de comunicación; y vive una gente que tiene al trabajo como su realidad permanente, soportable sólo con la ayuda del arte y el licor. Trabajo, vida subalterna, baile, tejo y cer­veza, en el campo y en la ciudad. Lo que puede transformar esa realidad no se logra sin una sólida conciencia de lo que valemos como nación y en este camino el vehículo es la lu­cha por el arte popular. Así que creemos firmemente en el trabajo, pero también en el baile y podremos seguir recor­dando a José Antonio Galán y sus muchachos.

Los descendientes de estos comuneros, que hoy cursan es­tudios en la Universidad Nacional, nos envían una carta re­confortante que incluye versos de la hormiga culona y de la cual transcribo la estrofa siguiente:

en la pelada tierra colorada

gurapas y guayabas cimarronas

y por Pascua, en enjambre o en bandada el olor y el sabor de las culonas

La savia de la universidad es el compromiso con el conoci­miento. A los estudiantes universitarios se les oye repetir que la teoría no es válida sin la práctica y viceversa. Si aquí están los libros y los laboratorios, alrededor están los anónimos

que doblan el espinazo, nos mantienen, y casi siempre son despreciados en su forma de vivir: beben demasiado tra­go o chicha, ven demasiada televisión, le pegan demasiado a la esposa, votan, quieren tener casa propia. Estos anónimos despreciados son “la práctica”, son “el país”. Así somos, eso se llama Colombia y es nuestro único punto de partida. Pero es que hay algo que no se aprende en los libros: el amor por la patria. Eso es cuestión del corazón también, y el corazón tiene su propia teoría del conocimiento. Si esta­mos de acuerdo en que hay que sacar adelante a Colombia, si creemos que el futuro está en la América Latina, en África, en los países pobres de Asia, metámosle el hombro des­de ya: tratemos de popularizar la universidad, dentro de las exiguas posibilidades; dejémosle un tirito a Colombia, ha­gámosle un ladito al lado de tantos clásicos europeos. Trate­mos de que corra el famoso olor de la guayaba por entre los cubículos enrarecidos donde se hacinan griegos y alemanes. Si el gobierno no se interesa en la universidad, que por lo menos los universitarios se interesen en el país. Cuando los estudiantes le vuelven la espalda a ese mundo sorprendente y hermoso que es Colombia, están dándole el “tiro de gra­cia” a una universidad en vías de extinción.

DIA QUE ENCONTRE “LA CUCHARITA”

Lo popular es lo popular, y aunque mucho se habla de esto, aquel día en San Victorino lo entendí mejor.

No era propiamente “el estudio minucioso del ambiente po­pular del sector” lo que me había traído por estos lados si­no que de tanto caminar las botas habían empezado a sufrir las consecuencias de mis continuos tropezones. En alguna ocasión Javier me había comentado de la eficacia de sus za­patos, que era de resistencia garantizada y lo mejor de todo, por sólo trescientos pesos.

Fue toda una tarde de lucha porque definitivamente soy ñuco en cuestión de negocios, pero de tanto medirme zapa­tos o comparando, más bien, los precios con lo de mi bol­sillo me fui metiendo más en el asunto hasta el punto de lle­gar a tomar confianza a tan desprestigiado centro comercial. Iba de caseta en caseta hasta que en una vuelta de pronto topé con las precisas, colgadas y de buen material.

Al mo­mento las solicité a la señora que como buena vendedora su­girió que me las probara. Así fue, y estando en la descalza­da, de aquella grabadorota encargada de ambientar el negocio salió la voz de un locutor anunciando “el éxito del momento por Radio Mundial” y lo que suena es el requinto del Javier punteando “La Cucharita”.

Era la primera vez que recibía tal halago de parte de una emisora y la felicidad no se dejó esperar: le pongo mucho cuidado a todo; a la caída de la guacharaca, la guitarra, el tiple, y después a la cantada del Jorge, a la cantada de noso­tros y suena muy sabroso. De pronto me acuerdo del día de la grabada cuando entre mezcla y mezcla queríamos lo me­jor, porque era para toda la gente; y me acuerdo que no se la destinó sólo para fiestas o para noches de bohemia sino para que sonara donde quiera. La señora de las botas ya se la sabía. Ese día fue un día muy bueno: me encontré “La Cucharita” sin estarla buscando, y conseguí buenas botas.

 

EL FOLCLOR SOY YO

Un día cualquiera del año 79, con la cabeza baja, tuve que ‘abandonar la universidad. Coincidía mi retiro con el sepelio simultáneo de decenas de personajes que desde niño subsis­tían en mí por obra y gracia de la “educación ” impartida por mis superiores y maestros. Estos personajes constituían la engañifa con que se me mantenía muerto para mí, en aras de una conveniencia “social”. Pero todo era fúnebre ese día.

Ante mí se alzaba toda una posibilidad: dedicarme a lo que  realmente hervía en mi sangre como evidencia de vida, la música. Afortunadamente para mí en ese mismo momento y en otro lugar, otros 3 locos cometían la misma barbari­dad, renunciaban a la posibilidad de seguir siendo gente nor­mal pero con la satisfacción de dedicarse también a lo que realmente causa coscohina en sus vida, el arte. Es así como un día nos encontramos y desde entones nos une algo muy fuerte: El deseo de crear nuestra música a partir de algo muy concreto y sencillo, las manifestaciones culturales de nuestra gente. Es esto lo que consideramos como el elemen­to clave para hacer arte, no sólo aquí sino en cualquier par­te. Desafortunadamente la mirada del “intelectual” colom­biano no ve esto, porque se halla buscando fórmulas mucho más allá de esta realidad, su realidad. Es en esto en lo que los Carrangueros creemos firmemente, en el arte popular. No por ser más complicados se es más artista; tampoco creemos eso sí, que existe un reto: El arte colombiano es un campo virgen; la música guasca en nuestro caso, es toda una posibilidad para crear y romper esquemas académicos y cul­turales impuestos por un núcleo humano ya caduco. Noso­tros queremos “meter la mano” en esa realidad, ¿por qué? ¿quién más sino nosotros-nacidos acá, formados acá, con una cultura con características muy definidas tiene derecho a utilizar su capacidad creativa, en las cosas nuestras? Apro­piémonos de la realidad, de nuestra realidad.

Viva Quien Toca

Muy curioso,
hace ya algunos días
en una fiesta
que decían, era popular,
unos muchachos
de aquellos que se dicen sabedores desde su rinconcito
en coro me gritaban:
“las celebraciones populares no son una fiesta
son conmemoraciones
de las luchas del pueblo”.
Días antes
en ese mismo sitio
y en otra de esas fiestas vi a los mismos jóvenes
o a jóvenes de los mismos llegar casi al delirio
cuando el oficiante mayor enmadreció el ambiente
a nombre de los justos. Aleluya, aleluya señor Qué berraquera I
Y entonces
en ese mismo entonces,
entre estrofa y estrofa que cantaba a cada verso,
me pasaban en fila los recuerdos de adulto
de joven
de pequeño.
Jolgorio, ferias,
mercao, procesión,
piquete, baile,
aguinaldo rosario misa pólvora
globos bazar promesa romería,
sesión solemne canto poesía,
sermón discursos aplausos rogativas, guabinas gritería cacho naipe
juego cucunubá estrella tejo,
dado trompo rayuela cuadro bolas salves y villancicos
incienso monumentos,
repolla, puente, vuelta a colombia, pite pesas arroz, las lleva, cinco huecos proesiones casorio confirmación entierro velorio parto partera sufrimiento cosecha arado barbecho melga siembra aporca unta trilla y la desyerba,
abagoes tusa sacanzas y cogiendas cadillo carretón trigo y avena
ballico alpiste bledo y aneguilla
que aun siendo maleza son semilla.

Era tal el espacio que se abría
entre los gritos y mi pensamiento
que hasta para los dichos hubo tiempo, salían por allá del horizonte
y se perdían de nuevo en mi cerebro:
Yo no sé leer pero me escriben; al perro no lo capan dos veces; de una estaca se amarra un burro;
hacer de tripas corazones; del árbol caído hacen leña;
la hebra se revienta por lo más delgado; que tal si el cura va en la barqueta; chupe por pendejo;
el que se jodió se jodió; – sí, pero si se afeita;
porqué no juega con tierrita;
donde se mata la res se pican los huesos; hágale juy;
no jodás;
se me totie una tripa;
calle esa jeta;
ahí torció la puerca el rabo; digamos, dijo don Milcio;
no es nomás soplar y hacer botellas;
viva quien toca
viva quien baila
viva la fiesta
viva quien dijo;
y los dichos más largos que casito son cuentos entre estrofas y versos y entre los otros dichos también se iban metiendo:
La política es como la cola del marrano tuerce destuerce y huele a mierda
El diablo no tiene la culpa sino el que le hace la gracia
El güevón no es el que silba sino el que voltea a mirar
El secreto no está en orinar
sino en saber hacer espuma
Es mejor que viva la gallina aunque sea con su pepita

Entre más burros
menos maneas
De donde se saca y no se echa de acabar se tiene
Y el de siempre: dime con quién andas y de diré quién eres
al cual yo le agregaba: sobre todo si se anda con el que menos anda.

De modo
que así se fue pasando el rato
y cada quien sus versos entonando, ellos en su rincón,
vociferando
y nosotros allí en el escenario
Y los demás,
los otros cientos,
los que fueron a oír,
los que a eso fueron
porque a veces también se va a oír, se sorprendieron
con un poco de pánico al comienzo de pronto por aquello de la pólvora,
pero la música
La canción de Rosario
la guabinita que quedó sonando cuando se reventó el primer petardo, hizo que se quedaran largo rato
de modo
que le seguimos dando a nuestros palos, Javier a su requinto,
Apráez a su tiple,
Ramiro a su guitarra
y yo a la guacharaca,
la voz y la dulzaina.
Así, que entre guabinas y merengues
cantas romances cuentos y rumbitas,
se seguían estrellando en mi memoria recuerdos hechos
casi que a la medida:
los cuentos del mohán, la patasola
el puent’e la carramana la quebrad’e las ánimas
el niño perdido que resultó ser el diablo Sebastián y las princesas
el cura con la cabeza en la mano
Pascual el perro y la demanda
y muchas cosas varias especialmente cantas:
Esto de querer a dos
me cuesta mucho trabajo por querer a la de arriba se me enoja la de abajo
Decís que no me querés yo por eso no me afano que más amores yo tengo que jlores en un manzano
Le cantaré al gallinazo
porque nadie le ha cantado pues ninguno le hace versos por ser cabecipelado
Corazón no seas cobarde
y aprende a tener vergüenza al que te quere querelo
y al que no, no le hagas juerza

A jiestas jué que vinimos a bailar y a parrandiar
a gozar en esta vida
porque en l’otra no hay lugar
Esto dijo el armadillo subido en un arboloco ni me subo ni me bajo ni dejo subir tampoco
Si el toro juera de queso
y con cachos de panela
y lo echaran a la plaza
qué lance el que yo le hiciera

Yo siempre vivo diciendo
por patios y corredores
que por una mala lengua
se pierden mil corazones

Qué curioso,
aquel día echaban pestes
por no llevar
calcadas las palabras
con las que aún se dice estar de fiesta
y con las que se pretenden cosas nuevas.
Un día sucederá me dijo un día
alguien que conoce muy bien
lo que es la vida
y aún a sabiendas de aquella profecía
me sentí mal por lo que sucedía
y más que nunca
me quise devolver pa’ mi ceniza

Me fui sintiendo un poco
como cuando he tenido
la muerte frente a frente

por aquello del último segundo donde toda la vida se sucede: los rosarios de mayo
y de diciembre
con faroles, antorchas y velitas matachines castillos vacalocas .
y en todos ellos don Manuel Valbuena el que murió en su ley allá en el atrio en una nochebuena.
Las fiestas de San Blas y Candelaria las de Villa de Leiva, Suta y Sáchica
y las de San Antonio en mismo Ráquira por apenas hablar de la comarca.
Pedimentos, casorios informaciones misas comuniones
las caras de la gente
su mirada a lo alto y en espera
como ha esperado siempre,
sus manos enlazadas pareciendo eslabones de una misma cadena, también su devoción también su credo
su dios, su virgen, su ser y su destino.
Así pasaba todo
por el mismo camino
como el que ve pasar
las pepas de un rosario,
que llega al infinito.
El bailadito aquel de los Galeano las cantas maliciosas de Mauricio el vozarrón del hombre José Olaya las guabinas de Trina y Edelmira
las otras que se sabe Eugenia Torres
y de paso también las de Balbina los versos de Ramón y José Florez

los romances de Milcio y don Gregorio las muchas cosas que sabe Campoelías las marrullas de Pedro y Jorge Reyes
y los discursos de Salvador Miranda las tantas coplas que sabe Santos Sierra a quien le segundea Pacho Vargas
Nombres y nombres
que he conocido allí
desde antes de la escuela
donde aprendí a leerlos y escribirlos pero a saberlos no, pues los sabía.
Muy de buenas,
tener tanto en la vida.
Pascual José Cárdenas Luis
Sebastián Ascensión Petrica Hortensia Rosalbina Procopio José Hostilio
Luz Marina Zenén Andrés Flaminio Lucila Anselmo Bernardo Justo Sierra Roque Jerez Joaquín María Valbuena Rita Natividad Anita Celia
Ofelia Mary Tiberio el bobo Cayo Darío Parra Arnulfo Efraín Flavio Gilma Edgar Alvaro Rafael
Lucrecia Arcelia el mono Misael Silvino José Saza Antuco Rosa Baldomero Isidoro Florecita y Zenaida
y tantos y tantos
que ya están en la tierra
sin saber dónde ni cuándo ni porqué casito sin saber
que existieron siquiera.
Nombres también de cosas
y más cosas
de plantas y animales
de ríos quebradas y caminos alimentos artículos objetos
herramientas la tierra los cultivos.

El olorcito de la longaniza
el sabor biche
de la mazorca en mute
la sangre con poleo
el amasijo de pan y mantecada
mogollas colaciones
bizcochos y almojábanas
de todo lo tan bueno
que sabe hacer mi mama.

Todo lo recordaba
como si fuera el último segundo
la última pasada.
El cagajón de las vacas
las cagarrutas del ratón
las cascarrias de las ovejas
la mierda del perro y del marrano
la marichita de pulga en la franela
la barboja colgando de las matas
que me recuerda tanto a los ancianos
los conejos de monte
el mismo monte
lleno de quiches
ayuelos, ruques, robles
tal cual mata de fique
helechos y cardones
moras gaques mortiños
cucharos y rosquetes
alisos y encenillos
y por ahí entre todo
a tal cual animalito:
alacranes, serpientes,
lombrices y perdices
saltones, grillos
torcazas, chirlovirlos
babuyes y siotes
y muchos otros muchos pajaritos

Todo iba apareciéndose allí mismo
con sus virtudes y con sus peligros,
lo que saben mejor los campesinos.
De buenas que ellos sean mis parientes
Muy de buenas también haberlo sido.
Que el fique tiene sarna
que el Pedro Hernández pica
que la araña se mea y sale un brote
que la hortiga parece una candela
que un gato no se coge de la cola
que una perra parida es una hiena
pero también que el cagajón molido
tomado con lechita bien caliente
hace que brote pronto el sarampión,
que el tabaco es bueno pa’ los nuches
y la altamisa detiene una hemorragia
que el canto de gallina
presagia una desgracia
que un matapiojo adentro
significa visita
y mariposa negra
es un muerto a la fija,
que el sabor del tamal
lo da la hoja de risgua
y que el sagú también
de ella se deriva,

que la leche del grao es buena pa’l carate lo mismo el caracol untadita la madre, que la penca suasada acaba con la fiebre y una sola pasada
es suficiente.

¿Qué tendrán los momentos como ese
que arrastran tantas cosas a la mente?

Zanjas cortados séquias tomas canales piedras mogotes ríos quebradas
remolinos espuma y hondonadas
montes y lomas
cerros cordilleras
valles cañones llanuras y planadas
todo eso que conforma
los pueblos y veredas
todo eso que sumado
se le ha llamado tierra, Toroguá Jurca Chinguichanga
Carapacho Finta Gachaneca
Nenguá Tícha Miñá. Guatoque Viejo
la historia de los dioses Fura y Tena

 

Y la gente
la hermosa gente
de ruana y alpargate
de quimbas, chocatos o cotizas
de perrero terciao y de franela diente de oro sombrero mantellina pantalones de dril
el bigote mosquito
y mirada de ardilla o de conejo

que es como a veces miran mis paisanos
cuando están de buen genio,
porque deme que tengan
la vena atravesada
que una cuchilla es seda
al pie de su mirada.
Bueno, por lo menos les queda la mirada fulminante de pronto como un rayo
o tibiecita y suelta
estando enamorada.

Y la plaza
la plaza de mercao
jincha de toldos
de bultos y cajones
capoteras mochilas y talegos
abrines canastos y costales
todos en una danza pénula y oblicua dependiendo el impulso que los mueva.

La danza de la papa y la mazorca
del arroz el maíz la zanahoria
el plátano la yuca la panela
el fríjol las habas la naranja
el mango y la habichuela
coliflores acelgas romolachas
cabezonas tomates espinacas
yerbabuena cidrón plumaria albahaca manzanilla pequeña y matricaria
cilantro perejil tomillo guascas
caléndula laurel mastranto y guaba
aunque por lo común
las gentes de mi tierra
solo pueden mercar maicito y papa
del maicito también se hace la chicha
que en una buena fiesta nunca falta.

Y hablando de las fiestas ya casi me olvidaba
de cómo se empezó toda esta vaina,
todos estos recuerdos
por aquellas palabras
por las mismas palabras
que hace tiempos
también allí escuchaba
y que de tanto gastarlas
ya están flacas
tal vez porque el presente
muy presente
les viene haciendo falta.

En fin,
fue muy curioso
lo que en aquella fiesta se decía
por boca de esos jóvenes resueltos
a que las fiestas populares
se vuelvan algo supremamente serio
algo que después de la fiesta se celebra
con otra fiesta
a la que no va el pueblo.
Si
es muy curioso-
recordar todo esto.

ESCRITO DE LOS CARRANGUEROS DE RAQUIRA QUE SE PUBLICÓ EN LA REVISTA No. 2-3 EN EL AÑO 1982

PARA ESTA EDICION DIGITAL LE HEMOS AGREGADO VIDEOS DE SUS INTERPRETACIONES MUSICALES HISTORICAS.